En la puerta del centro comercial Independencia, más conocido por todos los zaragozanos como El Caracol, lleva Gabriela 15 años en su quiosco. Conoce bien el ecosistema que conforma este lugar, situado en pleno centro de la ciudad, y que pese a la decadencia que lleva lustros sufriendo se ha convertido en un referente para los que buscan productos especiales y únicos. Vinilos, videojuegos de los años 90 o ropa gótica… Todo cabe en este pasaje que abrió sus puertas en el año 1984.

“Cada vez hay menos tiendas. Hace tiempo había más ventas pero desde que abrieron Puerto Venecia…”, recuerda la quiosquera en un tono no demasiado optimista. Su visión contrasta con la de otros zaragozanos de a pie que sí que confían en el Caracol. “Venimos recomendadas. Este es uno de los mejores estudios de tatuajes que hay en la ciudad”, dicen dos mujeres, Belén y Esther, en las puertas de uno de los establecimientos del centro. 

“Cuando teníamos entre 15 y 18 años veníamos mucho y ya tenemos más de 40… pero entonces nos pasábamos horas aquí. Era un sitio para ligar. Mirabas desde arriba y si te gustaba alguien bajabas corriendo la rampa”, ríen. “Y también estaban los recreativos y El Zorro, que era un garito que estaba muy bien y que ya cerró”, recuerdan. 

Y es que el Caracol se convirtió en todo un icono en los años 90, cuando los locales con máquinas de videojuegos que había en las plantas bajas del centro eran un atractivo que ahora parece incomprensible para los niños y niñas que juegan con sus maquinitas tirados en los sofás de sus casas. Hoy, ese ambiente ya vintage todavía se respira. Este centro comercial es una máquina del tiempo que viaja 30 años al pasado. 

Centro neurálgico del videojuego

“El Caracol fue un centro neurálgico de los videojuegos a nivel nacional. Hubo hasta nueve tiendas dedicadas a lo mismo y aquí se instalaron grandes casas del sector como Neo-Geo y Sega, que abrieron sedes únicas en España”, rememora Sergio Jiménez, propietario de la tienda Star Games, especializada en consolas, juegos y merchandising propio de este mundillo. Hoy es el único local del estilo que queda no solo en el Caracol, sino en toda Zaragoza. 

Panorámica del centro comercial El Caracol, en el paseo Independencia. CHUS MARCHADOR

En su local pueden encontrarse videojuegos originales de las primeras consolas que se pusieron a la venta. Llegan a costar hasta 400 euros. Y lo que vale es la caja. “Lo caro es el cartón, la mayoría de estos juegos se vendían sueltos y así ahora tendrían un precio de unos 30 euros, pero con la caja en buen estado su valor se incrementa”, explica Jiménez, que lleva en el Caracol diez años y 27 con el negocio. “Me he querido quitar la tienda varias veces pero hay una comunidad que me respalda que no me deja. Cuando he dicho de cerrar viene todo el mundo a comprar para que no lo haga. Es imposible irme”, ríe el vendedor. “La morriña vende”, asegura. 

Enfrente de Star Games está una de las tiendas más veteranas del Caracol, Galopa. Y como no podía ser de otra manera lo que uno encuentra en este establecimiento no lo tiene fuera de este céntrico centro comercial. Galopa son tres negocios en uno que comparten local: una tienda especializada en ropa oscura para góticos, heavies y moteros; una cafetería; y una tienda de vestidos de fiesta y de tallas grandes. Desde un vestido pulcro y blanco de novia hasta una gargantilla con pinchos con la que uno pasaría desapercibido en Berlín: hay de todo.

Su dueña es María Jesús Sánchez y lleva 25 años en el Caracol. Explica que la mayoría de la ropa la traen fuera de España. La compran a proveedores pequeños que no fabrican en grandes cantidades, por lo que su producto no es fácil de conseguir. “Aquí viene gente de propio y tengo clientes de toda la vida que ahora vienen con sus hijos”, dice. El centro comercial, asume la vendedora, se ha quedado un poco colgado desde que empezaron a abrir grandes superficies en la periferia. “Pero tampoco hay muchos locales vacíos”, cuenta. 

En uno de sus escaparates las chaquetas Harrington y los polos de Fred Perry combinan con camisetas de grupos como Metallica, Marea, Sex Pistols y Linking Park. Al otro lado de la cafetería, la segunda vitrina de la tienda muestra coloridos vestidos florales de señora.

María Jesús Sánchez es la propietaria de Galopa. CHUS MARCHADOR

Trajes y vinilos de los de toda la vida

Conforme uno baja la rampa helicoidal que conforma este pasaje se vislumbran más y más cosas curiosas. Arriba del todo, como si fuera una pecera, hay un estudio de radio con vistas a todo el centro. Y a mitad de la pendiente, otra tienda única: la sastrería Gonzaga. Su dueño, Carlos Gonzaga, lleva cuatro años en este centro comercial, pero se pegó 49 en la calle Delicias. Hace trajes a medida y según dice, como el suyo solo hay otro negocio igual en Zaragoza. 

 “Con la pandemia hay muchas bodas que se han suspendido y eso mal. Mira, ese traje de ahí, que es de gala del Ejército del aire se lo iba a poner un novio el año pasado. Retrasó la boda para este año y ahora la ha vuelto a retrasar para el siguiente. A ver si cuando viene le vale”, dice el sastre. Y es que en su tienda, además de confeccionar trajes de corte italiano o inglés, también hace trajes de gala de la Guardia Civil. Su escaparate parece el muestrario de ropa para un desfile militar tras el que tendría lugar un importante encuentro en una embajada cualquiera. De nuevo, todo es posible en el Caracol. 

Y para terminar este recorrido por los años 90 zaragozanos no hay mejor local que el que ocupa la planta baja de El Caracol, la tienda de discos Linacero. En su vitrina, un altar dedicado a los Héroes del Silencio (que acaban de sacar libro) conjuga perfectamente con los aires que se respiran en este centro comercial. Tanto el grupo zaragozano como este pasaje circular nacieron en 1984 y vivieron sus años de mayor éxito antes de que llegara el nuevo milenio. 

El escaparate de la tienda Linacero, repleta de productos de Héroes del Silencio. CHUS MARCHADOR

“Héroes y Bunbury. Los números uno en ventas son ellos, fíjate. Casi 40 años después”, dice el dueño de la tienda, Miguel Linacero. Hoy su negocio se sustenta principalmente de la venta de vinilos, que le suponen hasta el 60% del total de los ingresos. “Hace 15 años, con la crisis de las discográficas, que no se vendía nada, ni se me pasaba por la cabeza que iba a estar en el 2021 vendiendo vinilos”, cuenta. 

En Linacero, que lleva cuatro años en El Caracol, se pueden encontrar reliquias que no se venden en otros lugares de Zaragoza, tal y como nos tienen acostumbradas muchas tiendas de este centro comercial. Ediciones descatalogadas, originales de los Rolling, Oasis… “El vinilo ha hecho recuperar el gusto por la música. La gente joven flipa cuando escuchan que el sonido sale de una aguja”, ríe el propietario del negocio que se siente muy a gusto en el local. 

Te puede interesar:

“Hace un tiempo se planteó que El Caracol se convirtiera en un centro de especialistas, un lugar para los artesanos del siglo XXI. Y así ha sido. Aquí hay tatuadores, sastres, un anticuario…”, explica Linacero. No hay otro en su especie: lo que existe y no se encuentra está en El Caracol. Y si tiene un aire noventero, mucho más probable. 

Vinilos originales que se venden en la tienda de discos Linacero, en El Caracol. CHUS MARCHADOR