El Periódico de Aragón

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ZARAGOZEANDO

Las cloacas de Zaragoza, lo oculto bajo nuestros pies

Caesaraugusta llegó a tener una red de cloacas de 15 kilómetros y hoy apenas quedan 600 metros

Bajo la Casa de la Mujer, en la calle Don Juan de Aragón, quedan todavía restos de una de las cloacas de la Caesaraugusta romana, que conformaban una red de varios kilómetros. ANDREEA VORNICU

Zaragoza fue fundada por los romanos hace más de 2.000 años. En su construcción, los nuevos pobladores trajeron hasta la península los últimos avances tecnológicos y, como hicieran a lo largo de su vasto imperio, crearon redes de abastecimiento y desagüe que mejoraron la salud de sus ciudadanos. Pero a lo largo de los siglos, la capital aragonesa se ha ido transformando. Y no solo sobre la superficie, también bajo el suelo, donde se ocultan extensas redes de cloacas y pasadizos que antaño fueron las arterias del día a día de la urbe.

Tampoco existen muchos estudios sobre qué es exactamente y para qué se utilizaban las calles que se ocultan bajo la superficie de la ciudad, aunque sobre las cloacas sí que hay un catálogo elaborado por dos arqueólogos municipales, Francisco Escudero y Pilar Galve, en el año 2013. En su publicación se recogen todos los descubrimientos hechos desde los años 80 en la ciudad cuando comenzaron a salir a la luz tramos ocultos al excavar para levantar nuevos edificios.

El Albergue de Predicadores también tiene pasadizos subterráneos. Andreea Vornicu

De estos restos, algunos son visitables, como los que se pueden ver en el Museo del Foro, en la plaza de la Seo. Pero otros yacen ocultos, como los que hay en el subsuelo de la Casa de la Mujer, en la calle Don Juan de Aragón. También hay restos bajo la propia catedral del Salvador, que llegaron a ser utilizados como lugar de enterramiento.

Sin embargo, en su estudio, Escudero y Galve pronto desmontan las elucubraciones y chismes sobre la posible existencia de catacumbas en la capital aragonesa. «Se decía que el espacio entre la calle Mártires y el convento de Santa Engracia estaba minado de pasajes subterráneos que habían servido a los fieles para recoger los cuerpos de los cristianos martirizados y trasladarlos al lugar y veneración de la cripta. Según tales leyendas, Zaragoza guardaba cementerios subterráneos como Roma», dicen. Pero «la realidad no ha alimentado los devaneos de la tradición», y lo que se esconde bajo nuestras calles «no son otra cosa que nuestras cloacas».

Pasadizo bajo la Casa de la Mujer. ANDREEA VORNICU

En total, en el catálogo elaborado por estos dos expertos se recogen 37 tramos de cloaca, que suman una longitud de algo más de 600 metros, lo que equivale solo a un 3% del total de la red de vertido romana, que se estima que medía unos 15 kilómetros. Ahora, gracias a una herramienta digital puesta en marcha por el ayuntamiento, se pueden recorrer estos restos de forma virtual.

En el paseo Echegaray

Pero hay afortunados que sí han podido disfrutar en primera persona de los restos de la Caesaraugusta subterránea. Es el caso de Enrique Mur, jefe de Mando Operativo de Bomberos. «Nuestro ámbito de trabajo es el urbano, pero puede ser aéreo, a pie de calle o bajo tierra», explica.

Uno de los recuerdos que mejor guarda de sus incursiones en las cloacas es cuando recibieron una llamada del servicio de arqueología. Unas obras en el paseo Echegaray habían dado con «una pequeña entrada» que daba a lo que parecía una cloaca romana y les pidieron a los Bomberos que accedieran para comprobar de qué se trataba.

Bajo la calle del Temple, donde los jóvenes zaragozanos disfrutan de la noche, también hay multitud de callejones ocultos que hoy pasan desapercibidos.

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«Esa es una cloaca que estaba sin identificar. Y recuerdo que una vez bajamos entramos en una galería más grande que, a través de una especie de tubo que ascendía, daba a lo que parecía la bóveda de una iglesia. Pero no, se trataba de una de las arcadas del puente de Piedra. La que está enterrada bajo Echegaray», recuerda Mur.

Pero no todo lo que se esconde bajo el suelo de la ciudad es romano. Todo el Casco Antiguo de la ciudad está repleto de bodegas y pasadizos que sirvieron de fresqueras pero también para conectar unos palacios con otros. Ocurría con la casa de Don Pedro de Arbués, inquisidor del Reino de Aragón, que vivía donde hoy está el hostal del Albergue de Zaragoza, en el número 70 de la calle Predicadores. Bajo su hall se esconde un túnel del siglo XV que está colmatado en parte pero que algún día conectó con otros palacios. Pero este no es el único caso. Bajo la calle del Temple, donde los jóvenes zaragozanos disfrutan de la noche, también hay multitud de callejones ocultos que hoy pasan desapercibidos.

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