LOS VECINOS DAN SU VISIÓN

La crisis de la calle Delicias: un paseo comercial sin compras

La falta de limpieza y la inseguridad en las calles aledañas son las principales preocupaciones / Los comerciantes de Delicias creen que las medidas municipales no han conseguido recuperar al cliente que se ha ido y al que no se puede recuperar

La calle Delicias es una de las arterias comerciales más transitadas de Zaragoza.

La calle Delicias es una de las arterias comerciales más transitadas de Zaragoza. / ANDREEA VORNICU

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

En la calle Delicias siempre hay gente. En sus bancos, en sus terrazas y dando paseos por una de las arterias comerciales más conocidas de Zaragoza. Lo que no se ve son bolsas de la compra, carros llenos ni paquetes recién adquiridos. ¿Por qué? Comerciantes y vecinos buscan, en esos corros que se forman, una solución a un problema que se agravó cuando la pandemia los mantuvo en casa durante tantos meses. 

Sin excepción, a un lado y al otro de los mostradores se repiten unos términos como si fuera una alineación histórica del Real Zaragoza: «Los toldos, el contador de gente, las actividades culturales, los murales que han pintado en algunos sitios, las macetas, cuando arreglaron el asfalto...» Todas esas medidas que, sin embargo, no han conseguido reavivar el consumo en la zona. 

Susana y Nerea colocan en las estanterías los juguetes que sobrevivieron en su tienda a la Navidad, «aunque entonces sí que hubo mucho movimiento y la decoración sirvió para que la gente se animase». «Todas estas cosas que han traído en los últimos años sirven para alegrar la vista pero no tienen un efecto en el consumo», aciertan a describir estas dos dependientas, que observan desde su escaparate el principal temor de esta calle, que es «los muchos locales que se vacían y, lo que es peor, que no se vuelven a alquilar».

Juan Antonio mira al techo de su tienda de ropa mientras hace la cuenta de todo el tiempo que lleva poniendo a la moda a los vecinos de Delicias: «36 años, creo que somos de los más veteranos». «No hemos notado nada a raíz de estas inversiones», explica este tendero, que echa en falta, sobre todas las cosas, «a esa clientela de hace años, con la que tenías mucho contacto». Para Juan Antonio, el cliente de ahora, nuevo en el barrio y en muchas ocasiones de origen extranjero, «tiene otros ritmos y otros gustos, cuesta más conectar con ellos». Entre sus peticiones para el barrio destacan «una mayor limpieza de las calles, porque están muy sucias, y que haya más seguridad en todo momento».

Por lo que cuentan vecinos y clientes, la calle Delicias es una por la mañana y otra por la noche. En cuanto el sol se marcha, los vecinos se recogen en casa y solo se puede ver grupos en las terrazas y en los bancos, casi siempre de gente joven. 

José Luis regenta una tienda de muebles y decoración, «que lleva abierta desde 1972 y sigue en pie porque el local es nuestro, ya que los alquileres son inasumibles para los nuevos comercios». Entre estanterías y material de obra, este veterano de la calle Delicias tiene claro lo que hay que hacer para que la galería comercial recupere el lustre de antaño: «Hay que trabajar por el barrio y frenar la mala deriva que tenemos, o esto al final se convertirá en un gueto». 

Frente a los que llevan décadas con la persiana subida, valientes como Germán, que abrió su carnicería hace apenas cuatro meses. «La situación del barrio es complicada porque hay mucha gente con un bajo poder adquisitivo», analiza este carnicero, que pide a las instituciones «planes directos para el pequeño comercio, que necesitamos un empujón». Tira de metáfora para resumirlo: «Somos como las gallinicas: si nos ayudan, damos huevos; si morimos, perdemos todos».

Entre los vecinos, las opiniones difieren en función de los años que llevan en el barrio. Guillermo e Isabel toman un café en uno de esos bares de toda la vida y creen que el barrio «sigue estando bien, sigue siendo lo de siempre». Sobre esas reformas y los últimos movimientos en la zona se sienten «indiferentes» y aseguran que su futuro más próximo está ligado a la calle Delicias. 

Hilario y Santos tienen unido su presente y también su pasado. «Nos acordamos de cuando todos los edificios eran vaquerías», recuerdan estos vecinos, que han tenido siempre la calle Delicias como eje de sus vidas. «Es un problema muy complicado, porque es algo que está pasando en el centro de todas las ciudades», añade Santos, que ve la inmigración con buenos ojos, «porque es muy necesaria para los barrios, pero es cierto que hay que buscar una forma de integrarnos todos». Ese proceso, «complicado», no se puede resolver, en su opinión, con este tipo de inversiones: «Están tirando el dinero, pero es verdad que no se puede contentar a todos».