UNA INHUMACIÓN INVEROSIMIL

Una familia de Zaragoza tiene que pedir a un allegado que entierre a su difunta por falta de personal

"Sus hijos no se merecían esta situación", dice la prima de la fallecida

Los cetros y coronas de los familiares y amigos en el nicho de Mercedes.  | JAIME GALINDO

Los cetros y coronas de los familiares y amigos en el nicho de Mercedes. | JAIME GALINDO / Jaime Galindo

Judit Macarro

Judit Macarro

El lunes de la semana pasada ocurrió un hecho insólito en el cementerio del barrio de La Cartuja. Tras la muerte de un familiar, los allegados se reunieron en el campsanto para dedicarle un último adiós a Mercedes Trasobares. Sin embargo, una vez que llegaron a las instalaciones, las cosas no salieron como esperaban. «No había enterrador y el trabajador que estaba nos dijo que no podía dar sepultura a Mercedes, que esa no era su labor», cuenta a este diario Gloria Navarro, prima de la fallecida.

«Se une el dolor de perder a una persona querida con la impotencia de llegar a su entierro y que no haya personal para atendernos», explica. «Mercedes tenía 72 años. Ni ella, ni sus hijos se merecen pasar por la situación por la que han pasado», lamenta.

La situación no hizo más que empeorar porque, ante la espera sin éxito de que apareciera algún enterrador, «tuvo que ser uno de los amigos de la familia, que es albañil, el que hizo el entierro», explica Gloria.

A pesar de lo inverosímil de la situación, no es la primera vez que la familia Trasobares se enfrenta a pormenores como este en cementerio de La Cartuja, que es propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ). Hace ocho meses, Gloria acudió al entierro de otro familiar, donde de nuevo los allegados sufrieron la misma falta de personal. «Estuvimos esperando dos horas hasta que llegó un enterrador desde Casetas», asegura la mujer.

Poco después de este primer incidente, de nuevo otra familia del barrio rural sufrió la misma situación ante la falta de trabajadores. «No apareció el enterrador y el fallecido tuvo que ser devuelto a la morgue», asegura Gloria.

La mujer es directa con su acusación: «¿Qué está pasando en el cementerio de La Cartuja?», se pregunta. Según José María Lasaosa, alcalde pedáneo del barrio, el problema viene de la DPZ. «Este camposanto depende de esta institución y, al no estar disponibles los trabajadores los fin de semana, si alguien se muere en sábado hasta el lunes no se tramitan los papeles», argumenta.

Por su parte, fuentes de la DPZ señalaron a este diario que en los entierros del cementerio de La Cartuja «hay siempre dos trabajadores para llevarlos a cabo y estamos iniciando las gestiones para que a partir de ahora en los entierros haya siempre tres trabajadores». Respecto a lo acontecido el pasado 16 de octubre, señalan que fue «por causas sobrevenidas, que impidieron la presencia total del personal».

Para Gloria, esta respuesta es lo mismo que «echar balones fuera», dice. «Mi prima ahora descansa en paz, pero esto se tiene que saber porque no pasa en ningún otro cementerio de la ciudad», incide. Esta lucha por mejorar las condiciones de estas instalaciones lleva por detrás un largo recorrido de quejas vecinales. «Llevamos dos años reuniéndonos con la DPZ porque no hay suficientes operarios para cubrir el horario de apertura», declara Félix Moreno, secretario de la Asociación de Vecinos Jerónima Zaporta.

Una carencia de medios que, para Moreno, se une a «una falta de interés, porque ahora mismo este cementerio no está entre las prioridades de la diputación».

La historia reincidente de la familia Trasobares ha sido la gota que ha colmado el vaso en La Cartuja y, ante esta situación «inhumana», los vecinos del barrio han tomado la decisión de llevar a cabo una recogida de firmas.

Tras dos años de lucha, parece que sus esfuerzos comienzan a tener eco en la DPZ. «La semana que viene habrá una reunión para tratar el tema del número de trabajadores disponibles, a la que se va a convocar al alcalde de La Cartuja”, aseguran fuentes de la institución provincial. En el encuentro no se abordará la posibilidad de que este cementerio pudiera pasar a ser gestionado por el Ayuntamiento de Zaragoza, tan ansiado por los vecinos del barrio. «Está sobre la mesa y se ve con buenos ojos porque sería positivo para los usuarios de las instalaciones», señalan desde la DPZ, pero «no hay ninguna decisión tomada al respecto ni se ha planteado oficialmente», aclaran.

De producirse este cambio de gestión en el futuro, se respondería a la demanda generalizada de los vecinos , que reclaman que el camposanto «pase a ser competencia del ayuntamiento, como los otros de la ciudad», insiste Gloria.