Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

José Manuel Alonso

¿En qué quedó el PICH?

Tiempos de penumbra estos en que la palabra «planificación» se asocia a perversas y bolcheviques intenciones

Mientras la ciudad se mueve a golpe de ocurrencia, de evento extravagante o de gestos insustanciales, sus barrios, los lugares en donde sus gentes despliegan y desarrollan sus vidas cotidianas, se van sumiendo en un abandono cicatero y culpable.

Una desidia que adquiere tintes más perturbadores cuando afecta a su casco histórico, la misma esencia de la ciudad, el corazón en cuyo seno late la historia, la cultura, el ser de la propia Zaragoza, al borde de la desidia y el abandono.

Desde hace ya mucho tiempo se definieron los planes integrales como la fórmula más adecuada para actuar en las zonas más sensibles de la ciudad, aquellas en las cuales es necesario un proyecto que conjugue los objetivos públicos con las estrategias para conseguirlos a través de políticas que han de contemplar inversión en infraestructuras, actuaciones sociales que erradiquen los problemas que aquejan a estos territorios y los métodos más adecuados para facilitar la participación de la ciudadanía. En suma, una planificación cuyo impulso debe partir del ámbito público de forma decidida y sostenida en el tiempo.

Pero el casco histórico de Zaragoza cuenta (o debo decir contaba) con un plan que contemplaba estás elementos esenciales. Un plan que se puso en marcha durante el periodo de la alcaldía de Luisa Fernanda Rudi, del Partido Popular, que fue actualizado posteriormente y aprobado por unanimidad en el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza, que contó en 2014 con el voto favorable, tras laboriosas negociaciones, de todos los grupos municipales existentes en ese momento. Un proceso político necesario y complejo, como era pertinente, que marcaba objetivos, que movilizaba recursos y que abría el camino al diálogo entre diferentes actores económicos y sociales del casco.

Dos años hace ya que el Ayuntamiento de Zaragoza aprobó la evaluación del Plan 2013-2020, una evaluación sencilla a mi parecer, por la escasa ejecución del PICH en ese periodo, y la realización de uno nuevo para los próximos siete años. Desde entonces, el olvido. O el abandono. Barrios como el Casco Histórico de Zaragoza, el Barrio Jesús o el barrio del Arrabal, históricamente incluidos en las actuaciones del PICH, así como las actuaciones que se acordaron en el Distrito Centro, continúan a la espera de actuaciones o de participar en la elaboración de proyectos que afectan a estos barrios. El abandono del Plan Integral ha hecho desaparecer proyectos tan significativos como el Servicio de Mediación que tantos conflictos cotidianos, pero también estructurales, ayudó a resolver, o el reputado internacionalmente Esto no es un solar, un programa que no sólo ha cambiado el semblante del Casco Histórico, sino de buena parte de la ciudad y que con unos costes mínimos creó espacios imaginativos de uso público, zonas de encuentro, facilitó la higienización de numerosos espacios, remozó medianeras y solares y permitió poner en marcha planes de empleo a beneficio de las gentes más necesitadas de las listas del paro. Sin duda el Smart que recibió como premio la ciudad al serle concedido el premio a uno de los proyectos más innovadores en materia de remodelación de espacios urbanos andará todavía en algún espacio de los garajes municipales...

Tiempos de penumbra estos en que la palabra «planificación» se asocia a perversas y bolcheviques intenciones, en que la iniciativa privada ocupa el papel que debieran de jugar las instituciones públicas, dejando, como es lógico y manifiesto, profundos surcos vacíos en la vida de la ciudad, en que cualquier indicio de participación ciudadana se desdeña o se demoniza, según los casos. Los tiempos en los que elaboración de un plan en el que colaboren técnicos y vecinos, organizados o no, se sustituye por un proyecto de comisaría o en que la cultura popular se confunde con los shows de cocineros de la televisión española.

Mientras tanto, el corazón de la ciudad tan sólo puede mantener un latido tenue y mortecino, mientras espera tiempos mejores, tiempos de solidaridad y compromiso, de convivencia y de diálogo, tiempos en que les permitan volver a diseñar organizadamente sus propios destinos. Pero mientras tanto, sepan ustedes que, mucho más temprano que tarde, se abrirán, si no las grandes alamedas, las calles y las plazas por donde paseen los hombres y mujeres libres para construir un futuro mejor.

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