MÚSICA
Crítica de Javier Losilla del concierto de Albert Pla: En el laberinto de la rumba
El catalán desembarcó el viernes en la sala Oasis con su gira ‘Rumbagenarios’
Coronada, por decisión propia y contra todas las leyes del protocolo, emperatriz de Lavapiés, Isabel Díaz Ayuso se hizo instalar un podio unipersonal, recibió honores militares y pasó revista a las tropas. O sea, una ¿humilde? Presidenta de una comunidad autónoma, comportándose como un jefe de Estado. ¿Va a pedir Madrid la independencia? Eso nos pareció, a la vista del circo montado el 2 de mayo por IDA. Chungo lo tiene el amigo del narco del barco. De ahí que cobre todo sentido esa pieza repleta de ironía con la que Albert Pla comenzó el viernes su concierto en Oasis: Bombas en Madrid. Pla subió al escenario arropado por el solvente guitarrista flamenco Diego Cortés, por la simpar creadora de sonidos sintéticos Judit Farrés, y por las cantantes, bailarinas y casi contorsionistas Cristina López, Ana Brenes y Belén Martí. O sea, la Surprise Band, para armar el espectáculo 'Rumbagenarios'.
Pla, pese a advertirnos sarcásticamente tiempo atrás de que no solo de rumba vive el hombre, se ha metido de lleno en el laberinto del compás de ocho tiempos para recordarnos que, en tiempos en los que se está elaborando una nueva teoría general de la basura, está bien sacar del armario canciones que el cafrerío de Vox encerraría, si pudiera, en la caja de Pandora: cosas como 'Pepe Botika ¿Dónde están mis amigos?' (un préstamo de Robe Iniesta), 'Carta al Rey Melchor' (una de las grandes interpretaciones de la noche) y 'La dejo o no la dejo'. Completada por proyecciones, artísticamente la propuesta de Albert Pla transita entre una verbena pasada de calimocho y un musical de bajo presupuesto, pero con mucha retranca. En cualquier caso, este revulsivo comediante-cantante sigue siendo tan necesario como cuando empezó, aunque renueve poco el repertorio.
Versos y estribillos con entusiasmo
Llenó la sala Oasis, y entre el público divisamos no pocos espectadores de los que no suelen ser habituales en sus conciertos, probablemente atraídos por la partición de Albert en la exitosa serie 'La Mesías'. Pero, en general, quienes acudieron a la actuación conocían bien el trabajo del artista y corearon versos y estribillos con tanto entusiasmo que ríete tú de los fans de Pablo Alborán. 'Marcelino arroyo del charco', 'Qué más da si da o no da', 'Hongos', 'Lola la loca', 'Sufre como yo', 'Soy Rebelde'… Pieza a pieza, Teseo-Pla, atado al hilo de oro de su Ariadna personal, entra al laberinto de la rumba, da un par de pases al Minotauro y regresa sano y salvo al punto de partida para volver a entrar y salir, entrar y salir, entrar y salir…
Tras una pausa en la que Diego Cortés se paseó a gusto por las cuerdas de su guitarra, el músico regreso a escena con la espléndida 'La dama de la guadaña', 'Veintegenarios' (al alimón con Kase.O, cantando, no rapeando) y la siempre vigente 'Joaquín el necio'. Llegaron los bises, claro (a ver quién es el guapo que se va de Zaragoza sin bisear), y si antes había versioneado a 'Jeanette', ahora era turno de Enrique Iglesias '(Una experiencia religiosa'), contrapunto al esperado adiós: 'El lado más bestia de la vida'. Todos querían más, pero Albert los dejó coreando a capella 'El sol del verano'.
Uno escucha a Pla y la memoria lo lleva a aquél viejo chiste de Woody Allen en el que un tipo acude al médico para decirle que su hermano está loco porque se cree una gallina. El doctor le recomienda que lo encierren. Pero la respuesta de su interlocutor es clara: no podemos, porque necesitamos los huevos. Eso nos pasa a nosotros: necesitamos a Albert para que nos rompa los huevos. ¡Dale!
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