Movilla ya sintió el acierto de su decisión de volver al Zaragoza cuando fue presentado en su retorno. Ayer, volvió a vestirse de corto y a dar consistencia futbolística a una vuelta a casa que tiene todas las bendiciones de la afición, que le tuvo como un ídolo y que le mantiene en el altar de los emblemas. Pero, en Movilla habita un espíritu competitivo, un ganador nato con muchos kilómetros ya recorridos con 37 años que sabe que aún le queda camino y que lo quiso terminar en la casa donde más querido se sintió.

Así, al margen de ser un símbolo, de ofrecer experiencia y sabiduría, Movi quiere aportar fútbol y poso a un equipo muy necesitado de ambas cosas. Y si además es clave al provocar un penalti para sentenciar un partido como el de ayer... Por eso, su regreso es una noticia tan feliz para el zaragocismo. Movilla era un estandarte cuando se marchó y mantiene ese status. Y, además, puede convertirse en enero, cuando roce los 38, en el jugador zaragocista que ha vestido esa camiseta con más edad, superando al mítico Yarza. Casi nada...

Corría el minuto 60 cuando Jiménez llamó al Pelado. Por entonces, ya había escuchado los aplausos de la grada al salir a calentar y lo que oyó fue una ovación atronadora al sustituir a Romaric. Y claro, el "illa, illa, Movilla maravilla". El regreso soñado, después de que su último partido fuera el 9 de mayo del 2007 ante el Real Madrid en Liga (2-2). Esa cita ante el conjunto blanco hacía la número 99 en Primera como zaragocista. El de ayer, pues, es el centenario.

La tarde era ya redonda para el jugador, pero dicho queda que en el Pelado habita un fuerte espíritu competidor. No viene para ser comparsa, viene a aportar. Cuanto más, mejor.

Y ofreció mucho en media hora. Mando y jerarquía en la medular, dando salida al balón y sin complicarse en el pase, haciendo que el equipo se moviera más fácil que con Romaric y asociándose bien con Apoño. Puede no parecer demasiado, pero en este Zaragoza lo es. Muchísimo. Además, aprovechó una buena jugada de Aranda para provocar un penalti donde el bisoño Raoul Loé vio cómo le hacía un sombrero y entró con toda la ingenuidad del mundo al centrocampista madrileño. La Romareda se vino literalmente abajo en su ovación cuando Pérez Lasa señaló la pena máxima. Movilla se alejó del punto de penalti y fue Apoño el encargado de transformarlo.

"Todo ha sido positivo, estoy muy feliz", repitió varias veces Movi tras el partido. Y con razón. Para él no solo fue positivo. Fue el regreso soñado.