El pueblo es soberano. La Romareda, como cualquier otro templo futbolístico, tuvo ayer la potestad de levantar o apuntar al suelo con el pulgar para censurar o amnistiar la conducta de Carlos Aranda de los últimos días. El delantero malagueño saltó ayer al verde zaragozano por necesidad. El dueño del 9 del equipo, Hélder Postiga, necesitaba guardar unos minutos de reposo.

Ni la propia Romareda había meditado con anterioridad cuál iba a ser su reacción en el momento en el que el siete blanquillo sonase por la megafonía del estadio. La afición zaragocista no perdona con facilidad una traición, pero el anhelo de la afición de pasar a cuartos hizo que la grada no castigase con dureza al delantero.

El estadio recibió con más pitos que aplausos al jugador cuando su nombre resonó a todo volumen en la megafonía del estadio. La herida que Aranda había infligido al zaragocismo no se había cerrado todavía, ni mucho menos, aunque los pitos no fueron lo atronadores que pudieron ser ante una situación como esta. A partir de ahí el desencuentro se calmó hasta perder casi toda su envergadura.

Aranda inició el partido algo frío y le costó entrar en batalla. Tocó su primer balón en el minuto siete y para entonces los silbidos ya se habían desvanecido. Quedó claro que el zaragocismo había decidido amnistiarle, a pesar de su acto de deslealtad.

Durante alguna acción aislada en la que el delantero pecó de desafortunado o, simplemente, la grada entendió que podía dar un poco más, tímidos murmullos que no llegaron a convertirse en pitos hicieron amago de aparición, pero la herida no llegó a reabrirse.

Finalmente, cuando Manolo Jiménez decidió que el concurso de Aranda en el partido había tocado a su fin, el nombre del delantero malagueño volvió a ser protagonista en la megafonía de La Romareda. En esta ocasión, de nuevo, los pitos asomaron tímidamente pero perdieron fuelle en beneficio de los aplausos, que fueron la nota que prevaleció en la despedida al punta. Al ser sustituido, Aranda agradeció las muestras más que de apoyo, de perdón, de amnistía. Al término del partido, el jugador reiteró que quiere irse. "Tengo un problema familiar y por eso quiero irme cerca de mi familia. Mientras esté aquí, y hasta que el club encuentre otro delantero, lo daré todo pero saben que tengo que irme. No me importaría quedarme estos seis meses sin jugar y así estar con mi familia".