Las personas que fallecen en diferentes tipos de calamidades colectivas no importan lo mismo. En esta sociedad del tanto tienes, tanto vales, no se le da la misma importancia a los hechos que les ocurren a los pobres que a los que les suceden a los miembros de la denominada clase media y, por supuesto, a los de la más adinerada. A nivel internacional, no nos duele tanto si ocurre en países empobrecidos del mal llamado tercer mundo, que en la mayoría de las ocasiones no sabemos ni situar en el mapa, que si ocurren hechos de similares características e incluso de muchísima menor gravedad en los países que consideramos de los nuestros. Esos que autodefinimos como parte del primer mundo desde ese pensamiento único de la supremacía global que nos atribuimos en Occidente.

Así pues, a través de diferentes hechos traumáticos, vamos comprobando cómo nuestro nivel de duelo, alineado por los medios de ¿comunicación? no es una cuestión de cercanía o lejanía geográfica, y sí de identificación en los planos cultural, ideológico y, sobre todo, económico.

Las 49 personas que naufragaron en una patera en aguas de Almería hace dos semanas fallecieron en aguas españolas, pero procedían de Guinea, Gambia y Mali. Algunas apenas tenían 14 años y la mayoría llevaban meses ocultas en los montes de Marruecos para cruzar a Europa. Eran personas, pero no importaron a nadie, no hubo velatorios espontáneos, no merecieron minutos de silencio a las 12 en las puertas de edificios públicos.

Lamentablemente, en los últimos tiempos, otras calamidades han tenido como respuesta gestos de duelo institucional por parte de las administraciones aragonesas. Entendemos esos gestos, los compartimos y los respetamos. Lo que ya no entendemos tanto es que las personas que mueren colectivamente en nuestras aguas no produzcan más que la indiferencia pública.

Si los responsables políticos representan a la ciudadanía y deben tener actitudes ejemplarizantes, de respeto a los Derechos Humanos y mostrar duelo ante diferentes desgracias en las que existan múltiples víctimas, lo deben hacer siempre que existan acontecimientos de este tipo y no en función del origen de los fallecidos.

Hemos enviado una carta a todos los grupos políticos para que debatan la propuesta de realizar gestos de duelo institucional cuando se produzcan acontecimientos como el citado del mar de Alborán que supuso la desaparición de 49 personas, instando a nuestros representantes a que muestren el mismo respeto y duelo, independientemente de cuál sea el origen de las víctimas y el tipo de tragedia humana. Esperamos su respuesta.

Asímismo, les recordamos que si el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio no es por azar, y tiene su causa en «todas las políticas y prácticas económicas europeas y españolas que generan y mantienen desigualdades y exclusión y que obligan a las personas migrantes y refugiadas a jugarse la vida en el viaje» y que por lo tanto «son necesarias vías seguras y legales».