Desde que, en 1980, los científicos Louis y Walter Álvarez --padre e hijo-- postularan la teoría del meteorito como origen de la extinción masiva del Cretácico Terciario, que acabó entre otras especies con la mayoría de dinosaurios, la tesis es ampliamente aceptada por la comunidad científica. Según el modelo aceptado, la nube de polvo causada por el impacto cubrió el cielo hasta impedir la fotosíntesis.

Sin embargo, una investigadora de la Universidad de Zaragoza y el Instituto de Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA), Laia Alegret, ha publicado en colaboración con científicos de las universidades de Yale y Michigan (EEUU) una tesis revolucionaria sobre las consecuencias del meteorito: la verdadera causa de las extinciones en los océanos fue un descenso en el pH del mar, conocido como acidificación, por cambios químicos en la atmósfera.

La teoría ha sido publicada recientemente en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences USA, y supone una vuelta de tuerca respecto a las creencias más arraigadas entre los paleontólogos. Según explica la propia Alegret, "lo que se asumía hasta ahora es que la nube de polvo provocada por la caída del meteorito tapó el cielo, hasta que la mayoría de las algas dejaron de realizar la fotosíntesis", y al morir se produjo una extinción en cadena de las especies que se sustentaban en ellas.

Según esta nueva hipótesis, lo que sucedió fue que el impacto del meteorito cambió la composición de la atmósfera. "El calor del paso del asteroide oxidó el nitrógeno, que se convirtió en ácido nítrico, lo que se unió al ácido sulfúrico liberado por la tierra donde impactó, rica en yeso", explica Alegret.

CAPARAZONES Esta acidificación de las aguas superficiales de los océanos afectó a los organismos con caparazón de carbono, que dejaron de tener materia de base para fabricar su protección, y de forma directa a las especies que se alimentaban de ellas, como los mosasaurios (reptiles marinos) y ammonites (cefalópodos). "Pero no afectó a las especies que habitan a grandes profundidades, el cambio del pH no llegó allí".

El análisis de los isótopos de carbono de la época --que pasaron de la atmósfera a las aguas, y de éstas a las conchas de los animales-- y las prospecciones submarinas han posibilitado este cambio de paradigma, que según Alegret "se basa sobre todo en la rapidez. El oscurecimiento del cielo no afectó, duró meses, algo ridículo en tiempo geológico, y no provocó la extinción".