El presidente del patronato de la Fundación CAI, Juan Álvarez Aranaz, ha asegurado a este diario que el ajuste interno planteado, que incluye el cierre de tres centros y un despidos colectivo (ere) para 16 de sus 34 trabajadores, era la «única salida que nos quedaba» para asegurar la «supervivencia» de la entidad ante la «insostenible» situación contable que arrastra desde la desaparición de la Caja Inmaculada (CAI), a cuya obra social da continuidad. «Es una decisión dolorosa y dura, pero no quedaba otro remedio. O salen algunos ahora o en dos años tendrán que salir todos», afirmó.

Álvarez explicó que la situación de la entidad es muy distinta a la que había antes del 2014, cuando la CAI (Grupo Caja3) tuvo que ser absorbida por Ibercaja al no poder seguir en solitario por sus problemas económicos. «En el momento que desapareció la caja, la fundación se convirtió en una mera asociación benéfico-social que tenía que vivir de un presupuesto muy limitado», destacó. La institución pasó así de tener un presupuesto anual que rondaba entre los 12 y 15 millones —en algún ejercicio llegó a superar los 20— a manejar poco más de un millón. 

La principal fuente de ingresos de la fundación son los dividendos que le proporciona Ibercaja Banco por la participación próxima al 5% en su accionariado (en concreto, 4,73%), pero estos fondos no han sido abundantes en los últimos años por la baja rentabilidad que padece el sector bancario debido al contexto de tipos de interés en negativo. 

La baja rentabilidad de la banca

«Hemos intentado todos estos años mantener todo el personal con la esperanza de que el sistema financiero español empezara a funcionar y los bancos fueron rentables», afirmó. «Ese momento no llega y el dinero se nos acaba», agregó. La crisis de la pandemia también ha tenido un efecto colateral en las cuentas de la entidad, ya que el Banco Central Europeo limitó el reparto de dividendos al 15% de los beneficios netos, con lo que este año «hemos recibido muchísimo menos» que en los anteriores.

Así las cosas, la fundación sufre un «déficit crónico», apuntó. Los gastos de la fundación son muy superiores a los ingresos, un desequilibrio que se ha venido cubriendo hace uso de los remanentes. Según Álvarez, el consumo de tesorería ronda los 1,2 millones de euros por año. «Teníamos unos ahorros y hemos estado aguantando la estructura, pero es imposible seguir porque entonces nos quedaos sin nada», justificó.

«Entiendo que los trabajadores estén dolidos, pero hemos hablado con todo el mundo y no hemos visto otra solución», lamentó el presidente de la fundación, quien descartó que Ibercaja «tenga posibilidades de echarnos una mano» al estar también con un ere. Tampoco cree que la venta de parte del patrimonio puede resolver los problema por sus singularidades y las valoraciones realizadas: «por bien que vendamos, no nos soluciona ni medio año de salarios». «Y como nuestras actividad son de tipo social, poco podemos facturar», agregó. «Y facturar por las actividades que hacemos, poco porque son de tipo social».

«Hemos tenido que tomar esta decisión porque nos hemos queda sin caja. Esa es la realidad», reiteró. «Lo que estamos buscando sobre todo es que los (trabajadores) que salgan, lo hagan de la mejor manera posible, y los que que se queden les podamos garantizar al máximo su futuro», enfatizó. En este sentido, Álvarez también destacó la valía personal y profesional de la plantilla. «Dejar en la estacada a gente fantástica es algo que ami me está quitando el sueño, pero en la vida tocan a veces estas cosas», concluyó.