Los expertos en psiquiatría y psicología de Aragón atribuyen al fin del confinamiento el brusco aumento de los casos de violencia machista en la comunidad, que suma dos casos en lo que va de año, y el conjunto de España por la sensación de «pérdida de control» sobre sus víctimas que experimentan los maltratadores con el retorno a la normalidad.

Así se expresan el psiquiatra José Carlos Fuertes Rocañin y el psicólogo Santiago Boira, dos especialistas que estudian la lacra de la violencia de género desde sus respectivos campos académicos y alcanzan similares conclusiones.

«El confinamiento puso de manifiesto que los maltratadores, en el ámbito de la violencia de género, eran unos buenos aliados de un sistema que implicaba el aislamiento y el encierro», explica Boira, que es presidente del Colegio Oficial de Psicología de Aragón y profesor de la Universidad de Zaragoza, donde dirige un máster sobre violencia de género.

Además, por otro lado, el confinamiento dificultó a las mujeres que sufren violencia el acceso a los servicios de ayuda y a las redes de apoyo tanto formales como informales, como puso de manifiesto el aumento de las llamadas al teléfono de emergencia, afirma.

Pero conforme han ido transcurriendo las distintas fases de apertura del confinamiento y la progresiva vuelta a la normalidad, los maltratadores han estado tratando de mantener la situación de dominio que les ofrecía el escenario anterior, explica el psicólogo zaragozano.

De hecho, continúa, con el paso del tiempo llama la atención el «repunte de casos, tanto de asesinatos como de casos violencia», una situación que «ha sido puesta de manifiesto por la pandemia».

«Las situaciones en las que hay confinamiento y aislamiento aumentan el riesgo», sostiene Boira, que subraya que ello obliga a «redoblar los esfuerzos» y a hacer hincapié en los servicios creados para atender a las mujeres que son objeto de violencia de género.

Boira trabaja en asuntos relacionados con la investigación sobre maltratadores y también temas de intervención. Su experiencia le ha llevado a percatarse de que «no existe un perfil definido» del maltratador, «lo que a veces hace muy complicado valorar el riesgo».

Los hay en todas las clases sociales, precisa el experto, y «si algo los caracteriza es la cultura machista y la falta de conciencia del daño que provoca lo que están haciendo, que pone en peligro y mata a tantas mujeres».

Por su parte, el psiquiatra forense José Carlos Fuertes Rocañin señala que el perfil que mayormente se repite es el del maltratador con celotipia o dominado por los celos que siente ante su víctima.

Efecto de imitación, que no de llamada.

«Son personas cuyos rasgos de personalidad están enmarcados por los celos, son muy controladores y han podido ejercerlo durante los meses del encierro por el confinamiento», señala este especialista, quién destaca que «han sido muchos meses en los que han controlado todo, especialmente el teléfono móvil, que es la fórmula para conectar con el exterior, pero de repente con la nueva normalidad ya no controlan».

Estos rasgos de personalidad los relaciona Fuertes Rocañin con un efecto de imitación, que no de llamada. «Son hombres machistas que cuando ven que otros han sido capaces de ejercer su fuerza y de quitarse lo que ellos consideran su problema, ellos deciden hacerlo también».

El ámbito de los malos tratos ha experimentado una evolución que los expertos desconocían antes de la situación de pandemia, en la que inicialmente descendieron las denuncias por la vigilancia que los agresores ejercían a todas horas sobre sus víctimas.

En realidad, como se descubrió más tarde, la dificultad para solicitar ayuda hizo que, en apariencia, disminuyeran los casos denunciados. De ahí que quienes estudian esta lacra indiquen la necesidad de analizar el problema a lo largo del tiempo con el fin de captar las tendencias y no extraer conclusiones precipitadas a partir de datos parciales o que no han sido debidamente verificados.