Amenos de un mes para que dé comienzo el curso universitario, las residencias de estudiantes ya han completado su cupo de matrículas y cuelgan el cartel de no hay billetes para este año. La situación derivada de la pandemia no ha impedido que estos centros sigan acogiendo a cientos y cientos de jóvenes que llegan con la lección aprendida tras un año de aprendizaje. La oferta en Zaragoza es variada. Sin embargo, a la lista en la que se incluyen el colegio mayor Pedro Cerbuna o la Residencia Ramón Pignatelli, se desliga este año el colegio Santa Isabel. El Consejo de Dirección de la Universidad de Zaragoza ha decidido no abrir las puertas de estas instalaciones durante el presente curso. Enrique García, director del Pedro Cerbuna y del Santa Isabel, explica que la decisión se debe a «no poder garantizar las medidas sanitarias» ya que, como recuerda, no cuenta con servicio de comedor, sino que se trata de un «sistema de autogestión» con cocinas y la adaptación a las medidas de seguridad eran «inasumibles».

El Santa Isabel, con una capacidad para casi 200 plazas, no alcanzó el curso pasado ni el 30% de su aforo, con 60 colegiales en sus instalaciones. De estos residentes, 25 han decidido cargar con las maletas y trasladarlas unos metros más allá con sus vecinos del Pedro Cerbuna. Precisamente, estos estudiantes han tenido «preferencia» para hacer este trasvase de libros, ropa y también amigos.

Aforo completo

Enrique Pascual, que durante este mes pondrá fin a su ciclo de director por jubilación, señala que en el Cerbuna se han cubierto «completamente» todas las plazas. La capacidad total es de 270 residentes y, por cada plaza ofertada, han recibido entre 4 y 5 solicitudes. Sin embargo, el aforo no será del 100% ya que unas cuantas habitaciones quedarán vacantes ante «urgencias de covid». El protocolo que han seguido ante los brotes ha sido muy estricto: «Primero, aislamos a los casos sospechosos. Y cuando se confirma el positivo, los trasladamos a la zona covid que hemos habilitado».

Tras un año de «mucho aprendizaje» al enfrentarse a una «situación totalmente nueva», acogen este nuevo curso con la mochila cargada de «experiencia». Sin embargo, la vuelta no será nada fácil y Enrique augura un comienzo «crítico». «El año pasado fue así, al venir cada uno de su casa y de tantos sitios diferentes... es lo que tiene», relata.

La residencia Ramón Pignatelli, según apunta su director, Julián Millán, ha completado «todas las plazas» y presentará el mismo aspecto que años anteriores. Con una capacidad para 324 estudiantes, deja vacantes 14 habitaciones ante la aparición de contagios en el edificio. Para este curso se va a seguir «la misma normativa estricta del covid», con el ánimo de ir «suavizando» estas medidas en función de la evolución sanitaria.

Silvia Blanco, jefa de administración de la residencia, apunta que este año se han producido 100 renovaciones, «algo menos que en años anteriores». La solicitud de plazas también se ha adaptado a la modalidad telemática y desde el 17 de junio hasta el 4 de julio, los interesados pudieron presentar la documentación por correo electrónico o a través del formulario en la página web.

Protocolo covid

El motivo por el que se sigue con unas normas tan estrictas se debe a que hay una parte de los residentes que los fines de semana vuelve a casa y se mueve en «otro círculo de personas». Entre las que se adoptaron durante los momentos «más críticos», destaca el cierre de las zonas comunes como el gimnasio, la biblioteca o las salas de estudios, pero «la más eficiente» pudo haber sido establecer un horario de cierre a las 23.00 o las 00.00 horas. Además, las mesas del comedor en las que normalmente se sentaban seis personas pasaron a ser ocupadas por tan solo dos, «una en cada punta». Si bien es cierto que no hubo necesidad de «fijar horarios para las comidas» ya que el comedor puede llegar a acoger a 600 personas. 

Poco a poco, estas medidas se fueron «flexibilizando» y, con cita previa, se reabrieron algunos espacios como el gimnasio o se habilitaron los seminarios de la primera planta para que se pudieran estudiar allí. Ante esta situación, la organización y coordinación es «esencial», especialmente para el «estricto servicio de desinfección» tras hacer usos de estas salas.

Al principio, define como «una locura» la situación vivida, especialmente después de las fiestas del Pilar y los 20 contagiados que llegó a haber en el momento de pico. «Siempre hay excepciones. Al principio les costaba llevar la mascarilla en las zonas comunes, pero la respuesta ha sido muy buena», termina Silvia.