Solo hace cinco días que Alejandro Blanco pasó por Zaragoza para dar el enésimo refrendo a Aragón, para afear las palabras de la consellera Vilagrá (tibiamente) y explicar la importancia del equilibrio 'fifty-fifty' en esta candidatura catalano-aragonesa que boquea en busca de vida. Fue el martes, pero queda lejos en el relato de esta semana que Javier Lambán calificó de «crucial». Vaya si lo ha sido. Más que crucial, fatal, casi mortal.

Comparecencia de Alejandro Blanco y Javier Lambán el pasado martes en la sala de Columnas del Pignatelli.

Lo decía en otro sentido el presidente, que aguantó contenido hasta el jueves a mediodía, cuando empezó a percibir que los dirigentes catalanes ya decían lo mismo aquí que allí. Es decir, que el proyecto lo lideraba Cataluña y que Aragón sería poco más que una comparsa. Ahí se rompió todo. Al otro lado de la franja se hicieron los sorprendidos cuando Lambán dio el aldabonazo de Balaguer. Por primera vez se habían visto obligados a decir a la cara (de jefe de gabinete a jefe de gabinete) lo que en los pasillos del 'Parlament' se hablaba desde hace días, y que no es otra cosa que a la comunidad vecina se la quitarían de encima más pronto que tarde porque, además de que su candidatura es mejor y está más trabajada –esto es bien posible si se tiene en cuenta el tiempo que llevan detrás de unos Juegos de invierno–, entienden que «técnicamente no hay color» entre el proyecto catalán y el aragonés. Por eso hace días que ponen en duda que Aragón pueda hacerse cargo de un eventual 50%.

Una imagen de las pistas de Cerler, estación donde se celebrarían algunas pruebas de los Juegos.

Hace tiempo que el 'Govern' se refiere simplemente a aspectos técnicos a la hora de hablar de compartir –es un decir– la candidatura. Le interesa, le viene bien. No descarta ninguna colaboración con Aragón, pero siempre apoyado en esos criterios técnicos para discutir dónde se hará el biatlón o el esquí de fondo, elegidos aquí porque son dos de los que, supuestamente, se celebrarían en tierras aragonesas.

En todo caso, no quiere ceder nada, mucho menos protagonismo. Atribuyen a Aragón un papel secundario, de apoyo en el mejor de los casos, y presumen de la baza de Barcelona, la marca de ciudad con la que, según explican sotto voce, van a encandilar al COE a la hora de cantar su superioridad. «En muchas cosas se creen superiores», dijo con sagaz malicia Lambán, cuyo Ejecutivo cargará ahora el peso del momento en alcanzar primero un acuerdo político.

Está muy bien blandir el arma de Barcelona para sentirse lo suficientemente fuerte como para desafiar los deseos del Estado de enlazar Cataluña con el resto del país, pero Aragón va a solicitar un pacto público y político antes de seguir adelante. Así que mientras desde Madrid se piensa en que habrá una nueva reunión, en Aragón aseguran que hasta que no entiendan que la candidatura va al 50% (más o menos), no habrá Juegos ni citas de presidentes.

Pesimismo o realismo

Así las cosas, el puente festivo zaragozano pasará sin novedades, en pausa, todo suspendido y sin más análisis ni explicaciones. Parece bien difícil pues que avancen las cosas en este sentido, por lo que se desprende cierto aire de pesimismo que en el Gobierno de Aragón llaman «realismo».

La pelota al suelo, dijo Lambán, que no aclaró quién empezará a mover otra vez el juego. Habrá que abrir el campo, entrar por las bandas, buscar profundidad y, sobre todo, buen trato del balón. Pero aquí, como en el Zaragoza, no hay quien marque goles. Y hay prisa, debería ser y será probablemente esta semana el reinicio de las conversaciones. Pero Cataluña mira a Aragón y ambas miran hacia Madrid, donde sobre todo se escucha silbar.

Dijo Lambán que se dejará la piel para que salga adelante el 2030 olímpico. En Barcelona no entienden sus palabras. Dicen que parece que va, pero que en realidad viene. Por un lado habla de un futuro olímpico que vendrá; por otro advierte de que no se volverá a sentar con ellos si no olvidan esa actitud supremacista.

Queda lejos ese martes de Blanco en el Pignatelli, cuando se sentó en una salita cercana al despacho de presidencia para conceder una entrevista a este diario y admitir que la candidatura está recibiendo golpes mortales cada dos por tres. El presidente del COE entiende que no puede decir que no pasa nada. Porque pasa, y mucho. Por eso no ha querido volver a hablar en público desde entonces.

«Los Juegos Olímpicos no pueden resolver problemas que generaciones de políticos no han resuelto»

Thomas Bach - Presidente del COI

En 'on' y en 'off' se mostró feliz y optimista ese día Blanco, consciente también del peligro admitido en varias frases. Por ejemplo: «Si logramos la unión, tendremos una candidatura fuerte. Si no, lo habremos intentado». No parece suficiente. De momento va camino de morir en el intento.

Poner los Pirineos en el mapa es estimulante para el COI, aseguran en el COE, al que no le vendría nada mal un espaldarazo de Pedro Sánchez. No parece que vaya a llegar. Los catalanes seguirán a lo suyo y la politización de los Juegos acabará por llevárselos a Salt Lake City o Sapporo, candidaturas por cierto de un músculo muy superior.

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Dijo Azcón muy al principio, cuando era solo alcalde, que el esfuerzo debía ser que la candidatura girase alrededor del interés deportivo. «Todo lo que sea debate político no ayudará». Justo por ahí es por donde más precipitaciones caen. Nadie ha abierto esa suerte de paraguas social que debería mantener la candidatura incólume. Nada de eso. Chorrea.

Al cabo de la semana, lo que ha quedado es una sensación de separación y separatismo, todo bien lejos de lo que se piensa en el COI, que resumió certeramente su presidente, Thomas Bach, el mes pasado: «Los Juegos Olímpicos no pueden resolver problemas que generaciones de políticos no han resuelto». Para que quede bien claro.