Apenas tenía 7 años cuando Carlos Cabot sufrió bullying. Él no era consciente de la implicación que conllevaba la palabra, pero recuerda que el motivo de ese acoso escolar era su baja estatura. Sin él saberlo, Cabot empezaba entonces una trayectoria personal y vital que iba a estar marcada por la enfermedad mental y por la lucha constante «por ser como los demás».

Diagnosticado a una edad muy temprana de un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), este vecino de Jaca padeció también anorexia y bulimia en su juventud. «Después de eso me quedaría una ansiedad y depresión crónica con etapas mejores y peores», dice.

"Acepto que tengo una enfermedad grave, pero no quiero vivir una mentira. Yo soy muchísimo más que mi enfermedad por mi bagaje profesional, personal y tengo muchas cosas que ofrecer a la sociedad", dice Cabot

Ahora, a sus 49 años, padece un trastorno bipolar que le obliga a tomar medicación y que le apartó ya hace un tiempo de su vida laboral. «Tenía una vida plena. Viajaba mucho, con continuos cambios de residencia, y a Jaca llegué como director del hotel Barceló, pero la depresión fue anulándome y me vi obligado a dejar mi trabajo por incapacidad», relata. El agravamiento de su enfermedad, además, le ha llevado a estar ingresado en algunas ocasiones.

Carlos Cabot junto al psiquiatra Carmelo Pelegrín, el pasado martes, en el hospital San Jorge de Huesca. ANGEL DE CASTRO

Desde hace cinco años su refugio (con permiso de su mujer, sus hijos y su familia) está en la escritura y, concretamente, en la temática de ciencia ficción. Esta le ha ayudado en su enfermedad. «Mi mente tiene grandes lagunas de memoria, así que he desarrollado mi imaginación y mi creatividad al máximo porque en el mundo real me cuesta enormemente desenvolverme», explica.

La «incomprensión» de la sociedad es, precisamente, lo peor que lleva Cabot. «Acepto que tengo una enfermedad grave, pero no quiero vivir escondido de cara a la gente ni vivir una mentira. Yo soy muchísimo más que mi enfermedad por mi bagaje profesional, personal y tengo muchas cosas que ofrecer a la sociedad», cuenta.

Carlos ha creado una asociación de carácter nacional para ayudar los pacientes con patologías de salud mental que se llama El Madroño

Su experiencia personal y su ímpetu le han llevado a crear una asociación pro salud mental con la que únicamente tiene un objetivo: ayudar. Se llama El Madroño (pincha aquí para ver su web) y tiene carácter nacional. «He aprovechado una debilidad para sacar la parte positiva de ella, que es la experiencia para ayudar a las personas que sufren algún tipo de enfermedad mental. Damos información, diálogo, reconocimiento, contamos con la implicación de las empresas, y defendemos una mayor asignación de presupuesto y medios por parte del Estado para los hospitales y centros de salud mental», explica.

Integración social

Cabot, que ha sido voluntario de Cruz Roja durante muchos años, trabaja media jornada en tareas de apoyo a Improving, una empresa dedicada a la formación y consultoría donde la responsabilidad social forma parte de su estrategia. La entidad apoya a El Madroño y la iniciativa de Carlos. «Para Improving, formar parte de este proyecto nos da la ocasión de ampliar nuestro conocimiento y responsabilidad empresarial con la salud mental. Las empresas juegan un papel muy importante, tanto a nivel de prevención como de integración social y laboral. Afrontamos el reto con ilusión», señala.

"A pesar de ser una persona muy inteligente, Carlos empezó a sufrir un deterioro cognitivo que le anuló por completo", dice el jefe de Psiquiatría del hospital San Jorge, Carmelo Pelegrín

Cabot sufrió dos fuertes depresiones, ya como fruto de su trastorno grave, que fueron las que le llevaron a la incapacidad laboral. «En una de ellas se deprimió tanto que fue incapaz de coger el coche para ir a trabajar a Formigal, donde era director de un hotel», cuenta Carmelo Pelegrín, su psiquiatra y jefe de la especialidad en el hospital San Jorge de Huesca. «La siguiente estaba trabajando en los Escolapios de Jaca, donde llevaba las cuentas y la contabilidad, pero a pesar de ser una persona muy inteligente empezó a sufrir un deterioro cognitivo que le anuló por completo», añade el doctor.

Cabot, quien también toca la viola y pinta cuadros con acuarela, tiene en Pelegrín algo así como su tabla de salvación. «No todos los psiquiatras te dan su teléfono personal para cuando estás mal y a mi él me lo dio desde el principio. No es lo mismo llamar al hospital que a una persona que sabes que está ahí de inmediato», remata un emocionado Carlos.