Diez días después de las fuertes lluvias

La lucha oculta contra las tormentas en Zaragoza

Los tanques de tormentas ayudan a evitar las inundaciones en la ciudad cuando llueve. El más grande de la capital aragonesa se encuentra en el Picarral, con una capacidad de tres piscinas olímpicas y media

Interior del tanque de tormentas del Picarral.

Interior del tanque de tormentas del Picarral. / MIGUEL ANGEL GRACIA

Judit Macarro

Judit Macarro

La lluvia puede ser peligrosa, eso es algo que los zaragozanos comprobaron la semana pasada tras la gran tormenta que cayó del cielo. Una catástrofe que podía haber sido peor si no fuera porque los 18 tanques de tormenta de la ciudad fueron claves para evitar un mayor desastre en muchos distritos de Zaragoza, aunque la mayoría de los ciudadanos desconocen su existencia.

Pero, ¿qué son los tanques de tormentas? Todas las ciudades tienen un sistema de tuberías, colectores en lenguaje técnico, por el cual se recogen las aguas residuales que se generan en los hogares, comercios, restaurantes, etc. Para su aprovechamiento, tan necesario en estos días de sequía, se pasa por una depuradora y se vierte, en el caso de Zaragoza, al cauce del Ebro.

Cuando el agua de la lluvia es débil, se cuela por las rejas de las aceras y calzadas, que suponen todo un trauma para los fans de It. A través de esos pequeños orificios, el agua llega a los colectores que llevan el agua hacia las depuradoras donde se limpia para poder verterla al río, evitando cualquier peligro medioambiental.

Cuadro de mando para el control del tanque.

Cuadro de mando para el control del tanque. / MIGUEL ANGEL GRACIA

Pero... cuando hay una tormenta en la ciudad, la capacidad de esta red se sobrepasa y entran en acción los tanques de tormentas: unos depósitos de hormigón que almacenan el agua de lluvia. El más grande (y moderno) de Zaragoza se encuentra en el barrio del Picarral, donde se pueden almacenar casi 7.000 m³ de agua... algo así como tres piscinas olímpicas y media. Aunque los más pequeños tienen una capacidad de 300-400 metros cúbicos.

Allí, José Ignacio Castillo, director técnico de Ecociudad Zaragoza, explica su funcionamiento: «en estos depósitos, cuando pasa la tormenta y la red tiene otra vez capacidad suficiente para mandarla hacia las depuradoras, se arrancan unas bombas que elevan el agua hacia los colectores». Y, entonces, se comienza el mismo ciclo: de los colectores a la depuradora y, de esta, al río.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que en caso de diluvios universales como el de la semana pasada los tanques no pueden soportar toda el agua que cae del cielo. Aun así, Castillo asegura que «su misión, la cumplen... lo que pasa es que había más agua de la que se podía almacenar».

Hay 18 repartidos por toda la ciudad y sobre algunos de ellos se han construido parques

Y, es que, en casos extraordinarios «no hay una infraestructura que aguante cualquier cantidad de lluvia, lo que se intenta es gestionarla», señala el técnico. Porque, el construir todos los tanques de tormentas necesarios para estas situaciones extremas «económicamente sería un gasto desorbitado y de lo que se trata es de que, lo que tenemos, optimizarlo», añade Castillo.

El tamaño depende de la zona

En el caso del tanque de Picarral, la capacidad de almacenamiento de agua es bastante (esas tres piscinas olímpicas y media). Aunque el tamaño de estos depende de la zona de la ciudad en la que se construyan porque, al tenerlos que integrar en el tejido urbano, estas infraestructuras se crean pensando en los ciudadanos y el día a día zaragozano, más allá de la necesidad de almacenamiento.

De hecho, encima de este tanque de la calle Alcalde Francisco Caballero se ha construido un pequeño parque para que, así, el espacio que ocupa pueda ser utilizado por los vecinos de la zona.

Dentro del mismo, bajando unas escaleras metálicas se llega a un gran espacio donde es almacenada el agua. Castillo explica que «el mecanismo funciona parecido al de las cisternas del váter», ya que el sistema cuenta con dos peras de plástico con las que se mide cuánta agua está entrando en el tanque.

El agua almacenada se canaliza hasta la depuradora para después poder devolverla al río

«La primera, que está más abajo, sirve para conocer que está entrando agua en el depósito, por lo que cuando empieza a flotar el cable del que cuelga manda un aviso al sistema», mientras que «la segunda señala que se ha alcanzado el máximo de agua en el tanque y entonces se bloquea para que no entre más», concluye el técnico. En la pared, la marca que ha dejado la lluvia de la semana pasada refleja la altura a la que llega el agua cuando el depósito está lleno: 4 metros y 20 centímetros.

«El sistema no falla», asegura Castillo. El tanque cuenta con tres bombas, por lo que «es muy complicado que se estropeen todas». Lo único que señala el técnico que puede pasar es que «con la suciedad que arrastra la lluvia, las ramas y hojas pueden taponar alguna bomba», pero, para que no haya más problema, el sistema cuenta con trabajadores que gestionan que todo funcione de forma correcta en las infraestructuras.

Una vez vaciado el tanque, los trabajadores proceden a limpiar todo el fango creado por la arena, el polvo y la contaminación de la calle que se ha sedimentado.

Pero, a pesar de que la función que hacen es tan importante, estos almacenes de agua gigantes no solo sirven para recoger la lluvia que cae en la ciudad, sino que «también tienen una función medioambiental, porque el agua arrastra hojas, papeles de la vía, la contaminación de los tejados... y todo esto se manda a la depuradora para que llegue al río limpia», incide Castillo.

Unas infraestructuras urbanas que salvan en numerosas ocasiones a los ciudadanos, aunque la mayoría de ellos desconocen su existencia en las profundidades de ciudades como Zaragoza.