Una estrategia económica para sentar las bases del futuro

Aragón, un imán para las inversiones que se queda sin espacio en la nevera

La comunidad espera apuestas privadas por valor de 20.000 millones de euros antes de 2030

La falta de suelos abre una pugna entre gigantes por hacerse con las parcelas XXL

Obras en el complejo agroalimentario de Bon Àrea en Épila.

Obras en el complejo agroalimentario de Bon Àrea en Épila. / ANGEL DE CASTRO

M. C. L.

De la tierra prometida de la logística a la Virginia europea de los datos, Aragón lleva años siendo un imán para las inversiones de capital privado, que han encontrado en la comunidad su particular Shangri-La. El extenso mapa autonómico comienza a quedar repleto de apuestas empresariales que quieren la energía, el agua, las conexiones y, sobre todo, los suelos que hoy por hoy Aragón todavía tiene que desarrollar. Pese a la confidencialidad con la que se manejan los operaciones, tanto el cuatripartito primero como ahora la coalición de derechas han armado una maquinaria de largo aliento que atrae a multinacionales y grandes inversiones que por el momento no enfrían las tensiones geopolíticas ni el ruido en el Parlamento aragonés. Tanto es así que, según ha podido saber este diario, la cifra de inyecciones privadas que están sobre la mesa alcanza los 20.000 millones de euros en el ámbito de influencia de Zaragoza para 2030 en una comunidad que registra la tercera tasa de desempleo más baja del país y que quiere caminar hasta reducirla al 5%.

El dato inversor duplica la que el presidente aragonés, Jorge Azcón, utilizó en el pleno de la semana pasada, que suma con mayor o menor tino las inyecciones ya previstas de Microsoft (2.200 millones de euros por cada uno de sus tres centros de datos), el Grupo Costa (470 millones), Inditex (600) o Saica (100). Queda por atar la gigafactoría de baterías de Stellantis en Figueruelas, que sumaría a la ecuación unos 3.000 millones de euros. El gobierno de coalición que encabeza Jorge Azcón ha comenzado su andadura con un goteo inversor que sigue la curva al alza de los últimos ocho años, cuando los Ejecutivos liderados por Javier Lambán sumaron más de 5.000 millones de euros y algo más de 17.000 empleos. 

Buena culpa de ello lo tiene esa alfombra roja que la DGA le pone a todo aquel que quiera localizarse en Zaragoza. Desde enero de 2023, hasta 31 proyectos han recibido el aval del Gobierno de Aragón con la Declaración de Interés Autonómico (DIA), que, quitando las enterradas viviendas de alquiler en los cachauetes de la Expo y el todavía prematuro plan para extraer hidrógeno del Monzón por parte de Helios Aragón, suman casi 7.000 millones de euros en inversiones.

La cosa marea todavía más si la figura utilizada es el hermano mayor de la DIA, el Proyecto de Interés General para Aragón (PIGA), criticada a ratos porque exime del pago de algunos impuestos municipales como el de construcciones, instalaciones y obras. Ahora hay 17 proyectos beneficiarios de esta figura (la mayoría de ellas de entidad pública, como el desarrollo de las cinco plataformas logísticas y del aeropuerto de Teruel o la unión de estaciones) que han auspiciado inversiones como los 2.500 millones de euros de los centros de datos de Amazon Web Services (AWS) o los 400 kilos de la plataforma agroalimentaria de Bon Àrea en Épila. 

Aun con esas, a nadie se le escapa que también aparecen piedras por el camino, como esas desinversiones que se han ido conociendo en los últimos meses, como el macromatadero de Tönnies en Calamocha (75 millones), el centro logístico de Amazon en La Muela (nunca se dieron cifras, pero la nave sin equipamientos costó 35 millones) o el almacén de la naviera Maersk en la Terminal Marítima de Zaragoza (20 millones). 

Huecos dejan para esas empresas «que no dejan de llamar a la puerta todos los días», según coinciden los que hoy ocupan el Pignatelli y los que antes lo regentaban, para una demanda que sigue siendo «altísima», sobre todo en los sectores de la logística, los centros de datos y la pujante industria agroalimentario, coinciden distintas fuentes del sector inmobiliario. El problema es que esa demanda se centra en naves ya construidas, una oferta que escasea se mire por donde se mire, si bien la contratación logística apunta a un nuevo récord en 2024 con una proyección de 180.000 metros cuadrados, según los datos facilitados por la consultora CBRE. 

El Gobierno autonómico quiere resolver parte de ese problema desatascando de forma prioritaria siete operaciones para crear nuevos polígonos que suman cerca de 180 hectáreas mientras avanza en la ampliación de su particular Joya de la Corona, Plaza 4.0, que no estará lista al menos hasta 2026. La plataforma se quedó sin parcelas XXL (las más demandadas hoy) con la compra de Lidl de 200 hectáreas para un almacén logístico y está ocupada al 95%. Mientras tanto, la proyección del Parque Tecnológico del Reciclado López Soriano (albergará un centro de datos de Microsoft y busca inquilino para 51 hectáreas tras la renuncia de AWS) y la consolidación de Empresarium (Becton Dickinson va a invertir 200 millones en su fábrica de jeringuillas y Saltoki, otros 175) o Malpica.

La guerra de los suelos en formato XXL

¿Cómo puede ser que Aragón, la comunidad que atesora un 10% del territorio español, tenga un serio problema para dar cabida a las multinacionales que llaman a sus puertas para aquí localizarse? El suelo industrial es el elemento más codiciado, sobre todo si se trata del cogollo del área metropolitana de Zaragoza, con la Plataforma Logística de Zaragoza (Plaza) a la cabeza. En marcha está la nueva ampliación, que recibe el nombre de Plaza 4.0, y la reconversión de la Universidad Laboral, Malpica y el Polígono Tecnológico de Reciclado López Soriano como nuevos centros neurálgicos de la logística, con el reto de revalorizar las plataformas de Teruel, Fraga y Huesca. 

Centrovía, el polígono de La Muela, ha sido el lugar que Microsoft ha elegido para adquirir 84 hectáreas donde levantará uno de sus tres centros de datos. ¿Casi un millón de metros cuadrados para instalar ordenadores? Pues hay que multiplicarlo por sus tres ubicaciones. El desembarco de la multinacional ha puesto a trabajar a Amazon Web Services, que llegó primero ocupando menos espacio y ya se ha puesto a adquirir parcelas de volumen similar en el corredor del Gállego (Zuera, San Mateo o Villanueva tienen vastas extensiones sin urbanizar), El Burgo y Huesca para ampliar la capacidad de sus centros cuando lo que tienen proyectado ni siquiera están ejecutados al 33%. Y como dicen quienes negocian por lo bajo: si llegan más, habrá que hacerles hueco.

La alfombra roja va siempre por delante

Hace días que es habitual oír eso de que Aragón le pone una alfombra roja a los inversores que apuestan por la comunidad. La letra pequeña se resume en que la comunidad tiene a su disposición figuras administrativas para reducir la burocracia y agilizar la instalación de esos macroproyectos que requieren facilidades. Desde enero del año pasado se han formulado 31 declaraciones de interés autonómico, que o bien acelera los trámites o bien sirve como antesala a la ejecución de un Proyecto de Interés General de Aragón (PIGA), el as bajo la manga con el que la comunidad se presenta a los inversores. 

Casi parece que ya no hay inversión que no pase por el Consejo de Gobierno para hacerse con su salvoconducto temporal y lanzar el proyecto. En los últimos meses se han hecho con una DIA proyectos como el de Microsoft (después llegará el PIGA), el plan para explotar con energía renovable el nudo Mudéjar de Andorra, el proyecto para producir hidrógeno verde en El Burgo de Ebro o las recientes inversiones del Grupo Costa en Villamayor de Gállego y Saica. Sea como fuere, también se han formulado declaraciones que han acabado en agua de borrajas, como las referentes a la unión de estaciones o al proyecto para construir viviendas de alquiler asequible en los cacahuetes de la Expo.

El anhelo de la Zaragoza del millón de habitantes

Dos caras de la misma moneda. La atractiva área metropolitana de Zaragoza para los centros de datos y la logística promete miles y miles de empleo que podría desencallar ese viejo deseo del que ya se hablaba durante el fervor de la Expo: convertir la ciudad del Ebro en la tercera urbe de España superando el millón de habitantes. Lo fácil es pensar que, visto el crecimiento de ciudades dormitorio como Cuarte o María de Huerva, la tendencia siga al alza y que la periferia de la ciudad haga de dique para retener a ese flujo de foráneos que llegue para trabajar en Aragón. Es la intención primaria, lo que obligará a repensar la movilidad y el sentido de una ciudad que siempre ha sido tanto epicentro como centrifugadora de talento e inversiones para el resto de la comunidad. Los 9.400 habitantes que han llegado en el último año elevan la suma hasta 694.109 personas en una urbe que quiere seguir siendo referencia de la ciudad de los 15 minutos.

La otra cara de la moneda está en el resto del territorio aragonés, donde cuesta y mucho apalancar inversiones por las malas comunicaciones, la difícil orografía y la despoblación. Ahí reside el desafío: consolidar el crecimiento sostenido de Zaragoza si nmermar el resto de los 731 municipios que conforman Aragón. 

Un acicate para mejorar las infraestructuras

Habrá que conocer como los anuncios y promesas de los inversores cambian la vida de los aragoneses. Esa es la fiscalización que los ciudadanos deberán exigir más allá de las grandes cifras y las fotografías de portada. El desembarco de las multinacionales deberá ir acompañado por una mejora considerable de las infraestructuras, empezando por los accesos a Plaza y siguiendo por las autovías y carreteras nacionales que hoy congestiona el tráfico pesado asociado a la logística. 

La conexión por ferrocarril más allá de la alta velocidad, las carreteras de grandes capacidades fuera del corredor del Ebro y la red de vías secundarias, así como la conectividad en una tierra donde el 30% de los habitantes vive en municipios de menos de 10.000 habitantes, son esas asignaturas pendientes que hacen imperar un sentimiento de olvido en Aragón. 

Al mismo tiempo, nuevos y viejos anhelos languidecen a la espera de que una inyección de dinero los desatasque, como el Cercanías entre Zaragoza y Huesca que podría darle un impulso a la capital altoaragonesa, la puesta en marcha por fin de la A-25 entre Alcolea del Pinar y Monreal del Campo o ese empujón definitivo a la A-23 que, según dicen en el Ejecutivo autonómico, impide relanzar el aeropuerto de Monflorite.

El maná de la energía que fluye lejos de Aragón

La economía aragonesa tiene dos puntas de lanza que han sido objeto de una comisión de investigación en las Cortes de Aragón. La primera fue el desarrollo de la Plaza, donde se trató de depurar si hubo responsabilidades políticas en la gestión de la infraestructura que hoy es la más solicitada por los gigantes de la logística. No son pocos los que dicen que no sirvió para nada. La segunda son las energías renovables, cuyo despliegue es ahora mismo objeto de estudio por el Parlamento aragonés. 

A cierre de 2023, la comunidad sumaba una potencia instalada de 5.246 megavatios, a los que espera sumar 12.300 más durante los próximos años tras los centenares de permisos ambientales ya tramitados. Ese maná de energía verde –y barata– motiva y mucho a las empresas extranjeras, sobre todo a esas tecnológicas que son altamente electrointensivas. Un ejemplo de ello es Amazon Web Services, cuya operativa proyectada al 100% incrementará en un 20% la demanda eléctrica de todo Aragón. Cabe esperar que por las dimensiones de su proyecto, el consumo de Microsoft sea todavía mayor. 

Mientras tanto, varias empresas proyectan evacuar el excedente eléctrico fuera de Aragón, con la consecuente pregunta: ¿si no hace falta tanto consumo para qué se da luz verde a la ocupación de paisajes y montañas? Sobre eso se departe en las Cortes.

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