CASO ABIERTOS | ASESINOS NATOS

Las chicas del 92: los crímenes de un marine en Zaragoza que acabó de sheriff

El asesinato de Eva Aznárez y Mercedes Lázaro se resolvió 26 años después pero su autor ya estaba muerto

El asesino, junto al collar que apareció junto a una de las víctimas, Áznarez y Lázaro.  | VORNICU / ARCHIVO PERIÓDICO

El asesino, junto al collar que apareció junto a una de las víctimas, Áznarez y Lázaro. | VORNICU / ARCHIVO PERIÓDICO / LUIS M. GABÁS

En el año en el que España enmudeció con el crimen de las niñas de Alcàsser, Zaragoza tuvo su particular caso. Aquel 1992, dos jóvenes fueron asaltadas cuando regresaban a sus casas, de noche, apareciendo sus cadáveres a la mañana siguiente. Habían sido asfixiadas. Unas muertes que provocaron temor entre las más jóvenes de la ciudad y cuya autoría no pudo saberse hasta 2018, cuando el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón certificó que había sido Malcom Harvey. Un marine destinado en la Base Americana en Zaragoza que fue enviado a su país por su padre, también militar, huyendo del asunto y que acabó como sheriff en Georgia. Un cáncer impidió que se pudiera hacer Justicia.

Su primera víctima fue Mercedes Lázaro San Miguel, de 25 años. Era la víspera de la Cincomarzada y su cuerpo sin vida apareció en la plaza de garaje número 37 del 7-9 de la calle Fueros de Aragón. Estaba en una de las esquinas de la planta, hasta donde fue arrastrada por el asesino tras acabar con su vida. Murió asfixiada y su cuerpo y sus ropas mostraban algunos signos de violencia, como moratones en el cuello y rasgaduras en las medias. Sin embargo, no había ningún rastro de agresión sexual.

Fueron sus padres quienes llamaron a la Policía Nacional porque su hija, que trabajaba de funcionaria en el Gobierno de Aragón, no solía trasnochar. Varios datos llamaron la atención de los investigadores, especialmente que no había ni un móvil sexual detrás ni tampoco un robo, pues no le quitaron las joyas que llevaba encima. El asesino se esfumó sin dejar ningún rastro que permitiera incriminarlo. Pudo salir por su pie por la puerta del garaje, cuyas llaves estaban en el bolso.

La Policía Nacional se afanó en dar con el sospechoso hasta que el Jueves Santo de ese mismo año, es decir, 42 días después, apareció otro cadáver. Se trataba también de una joven que respondía al nombre de Eva María Aznárez, de 22 años. El cadáver de esta estudiante de Magisterio fue hallado en uno de los soportales del número 6 de la avenida Gómez Laguna.

En este crimen el autor cometió fallos que en aquel momento generaron sospechas y que 26 años después permitieron a Homicidios poder identificar a Malcom Harvey. Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía, pese a todo el tiempo transcurrido, querían cerrar esta investigación y no en falso, precisamente.

De la mano de la Brigada de Policía Científica y de los especialistas del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Aragón (Imlcfa), Homicidios decidió investigar por separado ambas muertes de cara a determinar si existía un mismo modus operandi y si había algún tipo de firma de autor que los relacionara. Rápidamente destacó un detalle: los zapatos de Eva María no estaban y los de Mercedes estaban colocados de forma especial.

Posible fetichismo

Un descubrimiento que era toda una novedad, puesto que hasta este momento no se había podido determinar el móvil de los crímenes y podría apuntar a un tipo de fetichismo. Pero no fue el único avance de las nuevas pesquisas realizadas por los agentes Marco Antonio Navarro y Antonio Longarón. El criminal, Malcom Harvey, habría seleccionado a sus víctimas con unas características de aspecto físico muy determinadas: rubias, jóvenes y de altura media. Que estuvieran solas en el momento de ser atacadas también fue un elemento fundamental para llevar a cabo estos brutales crímenes.

Un dato que permitió a la Policía determinar nexos en común, si bien pudieron dar un paso más de la mano de tres forenses zaragozanos (José Manuel Arredondo, Salvador Baena y Paulino Querol), quienes llevaron a cabo una técnica jamás empleada en el esclarecimiento de un crimen en Zaragoza. Recopilaron todas las fotografías realizadas a los cadáveres, realizaron negativos de las mismas y con un sistema informático las interpusieron para comparar. El resultado fue que la forma empleada para atacar a Mercedes y Eva María era también la misma. Otro elemento que relacionaba ambos crímenes.

El asesino colocó su brazo en el cuello y con la mano que le quedaba libre les hizo una especie de pinza en su mandíbula.

La forma de estrangularlas fue una derivada de la llave conocida como mataleón, extendida en algunas ciudades españolas para robar a viandantes a los que dejan inconscientes, pero más agresiva. A Mercedes y Eva María el autor las abordó por detrás, colocó su brazo en el cuello y con la mano que le quedaba libre les hizo una especie de pinza en su mandíbula. En esa posición en las que la dos muchachas veinteañeras no podían ni pedir ayuda ni zafarse de su agresor, el individuo, que estaba detrás, les giró el cuello y las noqueó. La única diferencia es que a una la atacaron por la derecha, mientras que a la otra fue por la izquierda.

La llave empleada correspondía a la misma persona y la técnica era tan mortífera que en España no se enseñaba ni en el Ejército. Por el contrario, en las Fuerzas Armadas americanas sí se empleaba en un determinado estatus al que pertenecía, según la investigación, Malcom Harvey.

A diferencia de los avances tecnológicos que ayudaron de forma importante en la resolución de estos casos, Homicidios tuvo mayores complicaciones con la toma de declaraciones de testigos. Muchas personas ya habían muerto o ya no se acordaban de determinados detalles. Pero un testimonio resaltó entre todos. Un hombre dijo en el asesinato de Eva María que el autor era un hombre alto, fuerte y de raza negra. Para completar ese círculo fue fundamental una medalla de oro que apareció junto al cadáver.

La joya había sido adquirida en Comiso (Sicilia), lugar en el que, casualmente, estuvo destinado previamente Malcom Harvey. Todos esos indicios llevaron a los investigadores a la conclusión de que el joven americano de 22 años del que se sospechó cuando se produjeron los crímenes era el supuesto autor. Cuando pidieron ayuda al FBI y realizaron indagaciones para saber dónde estaba viviendo descubrieron que había muerto meses antes de un cáncer. Su padre, un miembro del Ejército estadounidense lo había mandado en avión a su país, después de que incluso un juez le tomara declaración como sospechoso. Una fuga que dejó como incógnita si Harvey pudo haberse convertido en un asesino en serie aquel año 1992.

Atrás quedaron otros dos hombres que en la época llegaron a ser detenidos. Uno fue un vecino de la calle Fueros de Aragón y otro un hombre que iba disfrazado de vigilante jurado y atacó a una joven enfermera en su garaje del barrio zaragozano del Actur. La golpeó brutalmente con una porra, si bien ella consiguió arrebatarle el arma y salir corriendo hacia el ascensor. La persiguió, pero no logró hacerle nada más.