Un gran toro de Jandilla, ayer en Sevilla, sirvió a Rivera Ordóñez el triunfo de dos orejas, reconocimiento a todas luces desproporcionado por las pocas ventajas que tuvo el animal de parte del hombre.

Se lidiaron cinco toros de Jandilla, bien presentados y de juego muy desigual. El sexto, un gran toro, premiado con la vuelta al ruedo; el primero, parado y mansote; el lote de Conde, no pudo verse por la inhibición del torero; el tercero fue muy toreable. En cuarto lugar salió un sobrero de Núñez del Cuvillo, con peligro sordo .

César Rincón: estocada (silencio); y pinchazo, y estocada caída y delantera (silencio tras un aviso).

Javier Conde: estocada baja (bronca); y media pescuecera (gran bronca).

Francisco Rivera Ordóñez: dos pinchazos y estocada ladeada y tendida (silencio); y estocada (dos orejas).

La tarde tuvo varios contenidos alucinantes. Y no se diga el desproporcionado reconocimiento de las dos orejas a Francisco Rivera Ordóñez en una faena cuyo planteamiento no pudo ser más cicatero, a un toro bravo, toreándole de las rayas hacia adentro.

A todo esto otra de las grandes diversiones de la plaza fueron las broncas a Javier Conde, que no se anduvo con medias tintas en dos toros a los que no vio nada claros, y de paso a los que tampoco quiso que los viera el tendido. Se llevó dos broncas fenomenales que de alguna manera alimentan la leyenda de torero artista y, en consecuencia, también medroso.