En la trama que plantea 'Fuego frío' hay dos jóvenes con más resolución que recursos a los que una situación tentadora que tiene que ver con el dinero pone al límite. Parece el tema de algún concurso televisivo actual, aunque realmente entronca con los argumentos literarios de más profunda raíz, en los que se analiza el alma humana a base de tesituras de alta magnitud para mostrarla tal y como es, en carne viva. Félix Teira Cubel logra esa sensación en esta novela publicada por las Prensas de la Universidad de Zaragoza, en la que su habitual estilo narrativo, con una mirada dura que se traduce en frases cortantes, se aviene a la perfección a ese análisis descarnado de sus personajes y sus relaciones.
El autor desarrolla la historia en un tiempo elástico, que se estira hacia adelante y se encoge hacia atrás con una agilidad que dota a la novela de un atrayente dinamismo. También el espacio se desdobla, con dos escenarios principales: el de la localidad cántabra de Isla, donde comienza a desatarse el drama que sacude a sus protagonistas, y el de una Zaragoza muy reconocible por las referencias que Teira siembra en sus páginas, desde el Parque Grande a la calle Predicadores, cercana al Teatro del Mercado.
Pero lo que sin duda tiene más peso en la novela son sus protagonistas, cuyo marcado carácter se va perfilando en unos diálogos que no bajan de intensidad. Comenzando por el abuelo, que planta la semilla negra que perdurará como una maldición, y terminando en su nieto y su nieta, sobre todo esta última, que será quien deba afrontar ese destino sin más ayuda que su propia fuerza.
Otro rasgo importante de los dos jóvenes es su espíritu cultivado, que contrasta con el desdén por la cultura del abuelo, pero que a su vez permite al autor deslizar referencias literarias que denotan la genealogía de la novela: Shakespeare y sus radiografías de las pasiones humanas, pero también la encrucijada entre lo deseado y lo prohibido de 'Ada o el ardor', esa obra maestra de Vladimir Nabokov.
