El Periódico de Aragón

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RESEÑA LITERARIA

Crítica de Miguel Ángel Ordovás de 'El lenguaje de los ojos': La mirada triste de unos ojos que se traduce en poesía

El joven poeta David Conde Vitalla ofrece su segundo poemario

El joven poeta zaragozano David Conde Vitalla.

Después de publicar en 2019 su primer libro de poemas, 'Sube a nacer conmigo', David Conde Vitalla ofrece su segundo poemario, 'El lenguaje de los ojos', que como el anterior ha sido editado por Los Libros del Gato Negro. En él, el joven poeta zaragozano afianza una voz que tras la búsqueda que suponía su anterior entrega ahora se vuelve algo más opaca y abatida. Un sentimiento de desencanto va extendiéndose conforme avanzan los poemas, que en algún momento parecen querer referir la crónica de un descubrimiento amargo: "Para todo hay una primera vez, / incluso para la tristeza, / incluso para el corazón".

Esa sensación un tanto oscura no pierde intensidad a lo largo del libro, y podría decirse que incluso se acentúa a medida que los poemas van ganando en entidad. El título de la primera parte, 'No hay luz', ya resulta suficientemente significativo, y en ella los poemas son más cortos y sin título, como ráfagas que fueran sembrando semillas de desamparo. Es en esta parte donde el poeta dice: "Solo sé que no soy nada", variante socrática que vira hacia un existencialismo casi deshabitado.

Igual de elocuentes son los títulos de las otras dos partes del poemario, 'Pájaros en el día' y 'Solipsismo', que sirven para ubicar los escenarios en donde se desarrolla este argumento que parece muy alejado de un desenlace feliz. "El vacío encierra tantas realidades / que se agolpa por salir de este silencio", sentencia uno de los poemas.

Es sorprendente comprobar cómo unos poemas que expresan un desaliento tan intenso provienen de un poeta joven, que al principio del poema 'Aire' confiesa: "Estos ojos con los que miro al cielo / no serán los mismos dentro de veinte años, / así como dejaron de ser ya la mirada inocente de la infancia". Ese lenguaje de los ojos aprendido "para decir adiós" es el que David Conde Vitalla practica con precisión tan cuidada como firme, alcanzando y modelando una sensación de orfandad vital que ha sabido traducir certeramente en poesía.

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