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RESEÑA

Crítica de Javier Lahoz de 'Perder la gracia': Las cuatro plumas

Cuatro amigos, cuatro autores y cuatro relatos en los que hay desenfado y hay desencanto

Crítica de Javier Lahoz de 'Perder la gracia': Las cuatro plumasJaime Galindo

Cuatro amigos que se juntan a menudo y que entre risas y complicidad comentan cómo va el mundo. Cuatro amigos con criterio y opinión, con ganas de seguir aprendiendo y de seguir sacándole punta a lo aprendido. Cuatro amigos que conocen el oficio de escribir y que, quizás valiéndose de la improvisación, se plantean hacer un libro a ocho manos y plasmar cómo lo que ocurre fuera nos revuelve por dentro. Cuatro amigos que tienen un largo recorrido a sus espaldas y que quieren compartir lo que ven, lo que escuchan, lo que buscan y lo que encuentran. Y que a su vez ayudan a que los que finalmente nos situamos frente a esta obra coral veamos, escuchemos, busquemos y encontremos. Cada uno tiene su tono e imprime su toque, pero no resulta difícil hallar abundantes lugares comunes. Me reconozco en premisas de todos ellos, nacidas de diferentes análisis que viajan del pasado al futuro sin dejar de abrazar el presente. Son cuatro amigos que en absoluto van a 'perder la gracia', título del volumen que agrupa sus cuatro textos y que ha sido publicado recientemente por la editorial Alfaguara.

Soy algo mayor que el más mayor de todos ellos, y tengo el escepticismo instalado en mi mirada porque, inmerso en la reflexión que exigen los puntos de inflexión, me asalta a veces una vocecita que me avisa de que queda todo por hacer, y de que nada hay que dar por hecho. Esa sensación está condenada a perdurar, pues a la par que cambiamos nosotros va cambiando lo demás. A una velocidad increíble y sin que dé tiempo a reaccionar, como ocurre con el árbol que ayer estaba desnudo y que hoy se viste de un verde que magnetiza. De manera que se me suele hacer imposible alcanzar aquellos cometidos que nacieron como objetivos. Las palabras de estos cuatro autores, cuyo estado de gracia se detecta en cada línea, suenan con firmeza porque aúnan rotundidad y claridad, dos condiciones que no pueden faltar, a mi parecer, cuando se trata de expresar aquello de lo que se ha sido testigo directo. Sus distintas trayectorias resuenan en el tiempo y en el espacio, sustentadas en la solidez de quienes disfrutan de lo que hacen y de quienes son capaces de transmitirlo. Capaces de transmitir lo que hacen y capaces de transmitir que disfrutan.

Desenfado y desencanto

Cuatro amigos, cuatro autores y cuatro relatos en los que hay desenfado y hay desencanto. Javier Gómez Santander se sirve del humor y de la parodia para repasar sus peripecias dándole frescura al tiempo, afrontando proyectos posteriores que le llevaron al agotamiento y creando las historias que habrían de vivirse dentro de la exitosa casa de papel. Es el único que le abre la puerta al diálogo, convirtiéndose a sí mismo en el protagonista de una trama que merece una serie a su medida. Divertido y ocurrente como el que más. Sarcástico y cáustico en sus afirmaciones y en sus reflexiones, muestra agilidad en los detalles, como corresponde en un buen guionista.

Pedro Simón va y viene. Va adonde sea y a por lo que sea. Va a por la historia que todos guardamos en nuestro interior. Y viene con ella. Se acompaña de titulares demoledores que en sus manos cobran humanidad. Comienza el relato mirando a su alrededor, a la caza de kioscos, aquellos que en otro tiempo estaban por todas partes porque también estaban por todas partes quienes los buscaban. Y avanza por las calles de su memoria. Y se muestra expectante. Curioso. Sagaz. Vigilante. Es rotundo en su nostalgia, y logra que la belleza que caracteriza a su escritura traspase al lector y le haga sentir que en efecto algo se le agita en las entrañas.

Prosa bien limpia

El texto de Antonio Lucas lo he releído un par de veces. Yo creo que ha sido por recrearme en su prosa, tan limpia. Es de esos autores que lo cuentan como si nada, que hacen que parezca fácil lo que es dificilísimo, frases llenas de musicalidad que encierran lírica. Por algo será. Hay que rendirse a la sensibilidad de los poetas. Rápidamente se advierte que la literatura es la gran protagonista de sus recuerdos, la que configuró su imagen y la que alimentó sus inquietudes. Saber de su poesía me alimenta a mí. Es un hombre que disfruta de la buena mar y de los nombres que se han convertido en referentes. Llegarán otros y el interés no decrecerá, sabedor de que los cambios y las rupturas contribuyen al establecimiento de un nuevo orden.

Eduardo Madina cierra el libro. Conoce la política y a quienes la habitan. La desmenuza. La hace comprensible aunque subraya desconciertos que incluso a él le cuesta comprender. Analiza cómo se transforman los escenarios y cómo la riqueza va encontrando nuevas ubicaciones. Es el que más cifras y fechas maneja. Y no permanece impasible ante los desafíos tecnológicos, que tienen el poder de modificar hábitos y pensamientos. El suyo es, quizás, el texto menos personal de los cuatro. El suyo es, quizás, el texto más pasional de los cuatro.

Nada induce a pensar que ninguno de ellos haya perdido la gracia. 

‘PERDER LA GRACIA’                       

Javier Gómez Santander, Pedro Simón, Antonio Lucas y Eduardo Madina

Alfaguara

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