Entrevista

Joe Haldeman: "Haces más bien por la humanidad siendo prostituta que soldado"

El festival Celsius de literatura fantástica celebra a un clásico viviente, el autor de 'La guerra interminable', donde trasladó al espacio su experiencia como veterano gravemente herido en Vietnam y pacifista

Joe Haldeman.

Joe Haldeman.

Ernest Alós

Joe Haldeman (Oklahoma, 1943) le dio la vuelta a la ciencia ficción militarista de Robert Heinlein ('Starship troopers') con su trilogía iniciada con 'La guerra interminable' (1974), en la que soldados que no envejecían por el efecto de la relativadad (respecto al curso del tiempo en la Tierra) eran enviados a aniquilar un adversario del que desconocían todo. El festival Celsius de Avilés procura tener cada año en su programa a una leyenda viva, y en esta edición lo ha sido este veterano de Vietnam y militante pacifista tras volver condecorado con un Corazón Púrpura.

Usted siempre ha dicho que la ciencia ficción no sirve para anticipar el futuro sino para hablar del presente. Su experiencia de Vietnam la explicó en un libro de memorias y la sublimó en ‘La guerra interminable’. ¿Qué puede explicar de la realidad a través de la no ficción y qué a través de la ciencia ficción?

La principal diferencia es solo la presencia de la metáfora y la imaginación en la ciencia ficción. No tienes que hablar directamente del tema del que quieres tratar, de hecho eres mejor si no lo haces. Es mejor que la construyas a partir de intenciones más artísticas, o más serias. He escrito no ficción y ensayo también sobre la guerra y cuando lo lees no solo es un material completamente diferente sino que te encuentras con un escritor completamente diferente. La misma persona, pero utilizando distintas partes de su cerebro. Es algo complicado, porque la ciencia ficción es en principio lo contrario de la realidad, e implica que debes descartar las restricciones que impone la realidad sobre tu tema. He escrito cuatro o cinco libros ‘normales’, pero siempre vuelvo a la ciencia ficción. Supongo que porque fue mi primer amor como lector y eso donde me siento más libre escribiendo.

Usted se graduó en física y astronomía, ha enseñado en el MIT… ¿Se encuentra incómodo cuando la frase de Arthur C. Clark sobre que cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia y se utilizan trucos inverosímiles para solucionar viajes interestelares, o resolver tramas por arte de magia? ¿O es eso, ese alimento del sentido de la maravilla, parte integral de la ciencia ficción?

La ciencia ficción da al autor, por supuesto, muchísima libertad dramática. Pero lo que es más interesante para el escritor es que le da herramientas de las que no dispone un escritor ‘normal’, puede llevar las historias a lugares a los que ellos no.

Hay un elemento de su biografía que he visto citado alguna vez y no sé si es exacto o una exageración. Tras graduarse, y antes de ser reclutado para Vietnam, realmente tuvo posibilidades de llegar a ser astronauta?

Lo que es cierto es que presenté mi solicitud para ser admitido en el programa espacial. Pero no creo que tuviese grandes posibilidades. ¡Creía que ser escritor de ciencia ficción me ayudaría a entrar! Pero ahora tengo más experiencia, sé que el programa espacial es el Gobierno, y el Gobierno le daría antes las llaves de un coche a un asesino en masa que a un escritor de ciencia ficción.

Y en lugar de eso lo reclutaron.

Fui reclutado como todo el mundo. Como casi todo el mundo, bueno, no, como todo el mundo que era suficientemente estúpido para no evitarlo. Con todo, siento cierta simpatía por los militares, aunque sea un pacifista. Un pacifista extremo. Con excepciones, una guerra nunca compensa todo lo que supone. A veces te la impones y has de tomar la terrible decisión de luchar, sin embargo.

En el festival Kosmopolis, en Barcelona, en 2004, con la segunda guerra del Golfo en mente, reflexionó sobre cómo había evolucionado (poco) la guerra desde la intervención de EEUU en Vietnam. Y cómo el uso de ‘bombas inteligentes’ había sido prefigurado por novelas de ciencia ficción que había imaginado guerras ‘remotas’, mecánicas y virtuales (como en su libro ‘La paz interminable’) ¿Cuál es ahora su punto de vista?

Me siento como un padre al que el hijo le sale rana, porque inventé los drones para los propósitos de mis historias. Como hizo otra gente, claro. Yo estaba interesado en asuntos militares, y eso en ciencia ficción significa máquinas. Un interés íntimo y dramático, porque fui soldado y me dispararon balas, granadas y de todo. Lo que siento sobre la guerra es lo que sientes al ser disparado y quemado, algo muy real cuando lo experimentas. Y que la gente no entiende. Muchos escritoresw de ciencia ficción militaristas tienen una idea que viene de los cómics sobre qué hacen las armas a la gente. No se puede maquillar con política o patriotismo.

Precisamente la guerra de Ucrania se está caracterizando por el uso de drones dirigidos a distancia, y eso también significa que nunca ahora habíamos visto tantas muertes reales en el momento en que se producen. Pero parece que se vean como escenas de videojuegos, no como lo que son.

Ahí lo tiene. Pero esa indiferencia por su supuesto, empezó antes del siglo XX. Es parte de la guerra de masas. Y una vez tu dedicas tu sistema político a matar a miles de personas, has perdido algo que no puedes recuperar. Es como perder la virginidad.

En Ucrania hay otra constante eterna: deshumanizar al adversario. Los rusos son orcos para unos, los ucranianos ucronazis o jojols para los otros.

Como en Troya. Parte del negocio de escribir sobre la guerra es hacer aceptables los terribles sacrificios que hace la gente. Y ganarte la vida mostrando el dolor no es lo más defendible del mundo. Puedes decir que quieres decir la verdad sobre la guerra, pero en realidad quiero vender libros. Es difícil seguir siendo inocente.

No le gustan nada las “novelas heroicas ideológicas”.

No. Pero quizá no sea lo peor. Seguramente haces más bien a la humanidad siendo prostituta, porque al menos alguien disfruta, que siendo un soldado.

¿Qué opina de los autores jóvenes, o no tan jóvenes, de ciencia ficción, que han puesto el foco en la diversidad cultural, sexual, el diálogo con el ‘alien’ en todos los sentidos de la palabra… más que en láseres y naves espaciales?

Bueno, no soy un experto, solo tengo una ligera idea de lo que están haciendo. Cuando pienso en la ciencia ficción como en una fuerza social, nunca sabes si estas siendo honesto. Pero quizás los escritores de ciencia ficción más, porque tratas con sueños, con el futuro de todo el mundo.

Ya fue un pionero introduciendo personajes homosexuales en la ciencia ficción en 1974.

Pero no era mi objetivo principal. Era dibujar a un ‘outsider’. Yo explicaba historias. Y elegí las de ciencia ficción porque eran familiares para mí y porque son automáticamente emocionantes: con esos factores puedes hacer fácilmente una buena historia, o al menos legible.

¿Se siente reivindicado cuando autores como Richard Morgan o Kameron Hurley le toman como referente en sus libros?

Yo nunca usaría la palabra reivindicado. No creo que un escritor se tenga que reivindicar. Lo único que tienes que hacer es ingresar el puto cheque. Esta es mi filosofía. Si me han pagado, es que he hecho algo bien.