OPINIÓN

Guardando las distancias: La cadena cultural rota

Seguimos regalando libros, entradas a conciertos... sin darle la importancia merecida

El sector del libro sobrevive con fuerza.

El sector del libro sobrevive con fuerza. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Un año más que han pasado los Reyes Magos por buena parte de las casas de los domicilios aragoneses y, aunque no hay un estudio que nos diga a ciencia cierta cuáles son los regalos preferidos de los ciudadanos, cada año tengo la misma percepción, la cultura ocupa un lugar importante en los regalos que se dan cuando llegan estas fechas navideñas. Ya sea en forma de libros (no olvidemos que si alguien ha salido fuerte de la pandemia han sido las librerías, lo cual debería decir mucho de los gustos del público), en forma de discos (vinilos en su formato más moderno, o antiguo, uno ya no sabe), de entradas para conciertos o para diferentes espectáculos escénicos...

Creo, igual estoy muy equivocado, que, como decía, la cultura es un regalo que viste bien casi en cualquier sitio (o por lo menos, aparenta estupendamente) y que suele ser algo a lo que recurrir cuando toca hacer un presente a alguien más o menos cercano. A esto hay que añadirle que, además de que el sector del libro, se muestra muy fuerte y sólido pese a las múltiples crisis y a los malos tiempos, las entradas para los conciertos se agotan prácticamente todas (algunas en tiempo récord) y que, por ejemplo, el mercado del vinilo está ya superando al del cedé en muchos países.

Llegado a este punto parecería claro el silogismo, si la cultura se ve como un buen regalo y hay algunas señales de que el público responde a lo que se le ofrece con agilidad, el sector debería ser uno de los más fuertes, ricos y sólidos de nuestro país y, además, muy valorado.

Algo falla

¿No parece una invención, verdad? Tampoco lo es decir que algo falla en esta cadena que parece tan lógica y que, en algún momento, se impone la idea de que a la cultura no hay que mirarla más que por su rendimiento económico y de minusvalorar el hecho creativo. Si a todo eso le sumamos que el apoyo de las instituciones al sector es el que es, pues ya le hemos dado la vuelta a la ecuación casi sin quererlo para llegar a la conclusión contraria. Y es que, que Aragón sea la tercera comunidad autónoma que menos invierte en cultura podría ser un hecho anecdótico (como así lo habrán interpretado muchos), pero no es más que situar en la escala de valores a nivel público (esto es muy importante) a la Cultura en los puestos de abajo. O lo que es lo mismo, es lanzar el mensaje a la opinión pública de que esto funciona aunque apenas se le preste atención al sector.

¿Cómo podemos defender eso como sociedad cuando nos encanta regalar ocio cultural? ¿En qué momento hemos decidido que la cultura nos puede aliviar un confinamiento (no hay que irse muy lejos), nos puede apañar más bien que mal un regalo importante, pero no tiene tanto valor como otras cosas en la sociedad? Solo amando la cultura, creyendo en el hecho creativo y ahondando en nuestras propias raíces a partir de lo que somos capaces de imaginar, llegaremos a un mundo mejor, más solidario y, sobre todo, más empático y simpático.

Mientras eso llega (no sé si es una utopía de las buenas), seguimos regalando libros, entradas a conciertos, a espectáculo como el Circo del Sol, aunque sigamos sin darle la importancia que se merece a la creatividad y al instante en el que ese mismo hecho cultural te enfrenta a tu realidad. Y eso, lo expliquen como lo expliquen, no es fácil de entender. Lo realmente preocupante es que no sé si se nos está acabando el tiempo de que esto cambie de verdad

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