Hubo un momento que pareció imposible. Tanto que Manu Lanzarote, antes de cerrar su cuenta de Twitter en junio, dejó algunas frases que sonaron a despedida. Más acá, solo hace dos semanas, Narcís Juliá dio por cerrado el capítulo de su continuidad. "Hemos intentado avanzar, pero está complicado. Podemos decir que está descartado", dijo el director deportivo. El paso del tiempo, sin embargo, comenzó a atenuar las tensiones de aquel estruendoso final de Liga y los movimientos del mercado ayudaron a situar algunas piezas. El Zaragoza siempre le mantuvo la puerta abierta y las posturas se fueron acercando con algunos guiños del club, incluso del entrenador, que culminaron ayer en el anuncio de la renovación, más bien regreso, del zurdo catalán a La Romareda. Lanza ha vuelto. Ha firmado por una temporada, con la posibilidad de ampliar otra, hasta el 2018. El club aragonés logra un refuerzo impactante. Manu apuesta otra vez por el Real Zaragoza en Segunda.

El regreso de Lanzarote es una de las mejores noticias del verano zaragocista, pasados ya aquellos festejos con Zapater y Cani. El catalán, ciertamente, fue el futbolista más desequilibrante del equipo aragonés en los cuatro meses que jugó la pasada temporada con la camiseta blanquilla. Mostró compromiso, encontró bien pronto el apoyo de la afición y dejó algunos goles bellos, como en Pamplona, en Lugo, ante el Lugo o el Bilbao Athletic. Se puede decir que, como jugador experimentado, entendió pronto el significado del Zaragoza y su gente. Le dio valor su fútbol, de gusto, también su personalidad.

Así que nadie discutió a Manu Lanzarote en La Romareda. Mucho menos Juliá, que ha peleado con sensatez para que siguiera en el club. De una u otra forma, ha hablado de él en todas las comparecencias de prensa del verano, desde aquella primera en la que intentó explicar lo que nadie ha podido aún: la gran humillación del 4-J en Palamós. Ese día dejó una huella que alejó a más de uno del Zaragoza pese a que su idea primera fuese continuar. No lo fue menos en el caso de Lanza, que pidió perdón, dio algunas explicaciones y dejó más de un recado en Twitter. Valiente y bravo como en el campo, donde no solo destaca por sus lujos con el balón, se revolvió ante algunas críticas y lanzó otras.

Quizá ahora, en su regreso, pueda ayudar a aclarar algunos detalles de aquella nefasta tarde, sobre todo del último mes de competición, al que el Zaragoza parecía llegar preparado para todo. En coincidencia con el discurso de Narcís Juliá, Lanzarote aseguró que "todo cambió" desde Soria. "Los únicos impulsos positivos fueron de la afición que creía en nosotros. Del resto, nada positivo en el último mes", escribió en un tuit. En otro aludió a algunas interferencias: "Creo que no se respetó a la parcela deportiva y cuerpo técnico el trabajo que estaban haciendo por volver al Zaragoza donde se merece", escribió.

En cualquier caso, Lanzarote, hombre de personalidad, no se escondió: "Los únicos responsables del desastre de Palamós somos los jugadores. Imposible encontrar respuesta al desastroso partido y consolar a nadie", indicó el catalán, que insistió en varias ocasiones en que el equipo no estuvo a la altura de su afición: "Siempre dije lo que pienso y así será. El Zaragoza ya es grande por su gente".

Es decir, Lanza pidió perdón, consciente del doloroso episodio de la última jornada ("Este partido nos quedará marcado a los que jugamos para el resto de nuestra carrera deportiva"), un momento que podrá olvidar en parte si logra el que vuelve a ser el reto del Zaragoza, el ascenso a Primera División.

Con la vuelta del interior zurdo, Luis Milla se asegura una segunda línea de gran talento, con imaginación, desequilibrio y gol. Puede jugar en la banda derecha, con Cani a la izquierda y un segundo delantero, o incrustar a Xumetra en el ala para dejarle aire en la mediapunta. Tiene, además, dos delanteros y hombres como Javi Ros que pueden aparecer en ese papel de enganche. La perspectiva ofensiva del equipo ha mejorado notablemente con el regreso de Lanza, un futbolista superior en Segunda División y que no teme el envite de regresar a La Romareda. No parece que, de vuelta a casa, le vayan a reprochar precisamente a él aquella última y negra tarde. Habrá que cerrarla, como la cuenta de Twitter.