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LA OPINIÓN DE ALFONSO HERNÁNDEZ

Otra vez los chicos en la trinchera

Otra vez los chicos en la trinchera

Es muy probable que la fórmula aplicada por Lucas Alcaraz en el Nou Estadi no sea reutilizable en muchos encuentros, pero para esta cita sin duda fue la mejor y la más práctica. Había que ganar como fuera y el entrenador se despojó de lirismos, rombos y trajes de supuesta elegancia táctica que estrangulaban a un equipo que no está para desfilar por pasarelas. Lucas, por fin, fue Alcaraz, un técnico que resuelve problemas o por lo menos para eso se le contrata. En sus dos primeras presencias en el banquillo paseó de observador por la zona de guerra, sin que le rozara una bala, pero contra el Nástic preparó una alineación muy suya, con su etiqueta colgando del dorsal de cada futbolista. Nieto de paraguas de Verdasca y Perone y Pep Biel de armador fueron sus grandes novedades, además de la recuperación para la causa de Ros. El resultado final en un partido sin ocasiones, sin intervenciones de los porteros y resuelto a balón parado, sonrió al mejor dispuesto en el campo, a un Real Zaragoza que se distancia geográfica y mentalmente de la comarca del descenso, que era su principal objetivo tras dos duros meses de travesía por el desierto.

El encuentro se redujo a la pelea entre dos equipos con muchos problemas. Sin Zapater ni Igbekeme, dos clásicos que el técnico dejó en la banca. Un pulso de imprecisiones, pelotazos y minusvalías varias en ataque que el Real Zaragoza, con paciencia, condujo a su terreno en cuanto igualó el gol de Fali en su enésimo despiste defensivo, con Verdasca y Perone saltando para cazar nubes de colores en un córner (cuanto menos juega, más titular es Álex Muñoz). El golpe no alteró nada, si acaso a los catalanes, que se desnudaron por completo. El conjunto aragonés mantuvo la calma y la pelota; también un tono furioso que le permitió empatar gracias a una carambola. En este tipo de dramas, una broma encaja como un puñal en el destino. Ros tiró un córner, la esfera se fue a la ingle de Djetei y de ahí salió resbalada hacia la portería de Becerra. Precioso gol, de una belleza mayúscula. En ocasiones de máxima necesidad, lo hermoso carece de forma y su valor se localiza en el fondo. Bienvenido por lo tanto el tanto.

Como la temporada pasada, los chicos de la cantera fueron requeridos para dotar de músculo e ilusión a un Real Zaragoza decadente. Nieto se comportó como un veterano defensa escoba, barriendo los espacios intermedios, sin temblarle el pulso en momento alguno, ejecutando cada misión con rotundidad. Pep Biel se elevó aún más. Imprimió personalidad, gobierno de la pelota donde no existía, y ofreciendo verticalidad, sentido y cierta sensibilidad en sus movimientos con y sin balón para encender la luz y dejarse ver en la oscuridad. En su laboriosa función, en la que conectó con, posiblemente, la mejor versión hasta el momento de Marc Gual, tuvo espacio para fabricar una obra de arte en una falta directa. En la anterior, Verdasca había sido el ejecutor. En esta, el centrocampista se la pidió para su zurda, que dibujó una maravilla imposible de descifrar para Becerra. Esta vez, el puñal estaba bañado en oro.

Una error de Javi Jiménez al querer ceder la pelota a su portero encontró en el camino de vuelta a Álvaro Vázquez, quien agradeció el regaló para cerrar el partido y un triunfo que hay que medirlo sin aspavientos. Los tres puntos son recibidos y abrazados como se merecen, logrados contra un rival abocado al descenso aun con Enrique Martín y sus brujerías al timón. Principalmente porque Lucas Alcaraz dio con la tecla para proteger mejor al equipo y por el descubrimiento de jugadores de la casa tan válidos como cualquiera para ocupar las trincheras y saltar por encima de las alambradas. Se ganó la batalla clave para cortar la hemorragia, pero la guerra va para largo.

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