Dos de los políticos que suenan como fijos en las quinielas del Pignatelli son Modesto Lobón y Antonio Suárez, hombres de confianza de Luisa Fernanda Rudi y experimentados servidores de las administraciones públicas. Todo hace pensar que ocuparán destacados puestos en el nuevo Gobierno aragonés y en rudiland, el planeta en forma de aspa o tijera donde el tiempo se ha congelado.

Modesto Lobón es un político nato, con amplia formación y dilatada experiencia.

Comenzó su carrera con la Democracia Cristiana, pasó a UCD, al PAR y finalmente al PP, donde parece haber encontrado su definitivo acomodo. Él sostiene, y no le falta razón, que no ha cambiado de ideología, girando las sucesivas siglas en la que ha militado alrededor de la suya. Probablemente, no le falta razón, pues sigue siendo un democristiano.

Apasionado de Europa y de su historia política, Lobón es un rendido admirador de figuras como Churchill, De Gaulle o Miterrand, protagonistas que han inspirado algunos de sus libros de ficción, pues Lobón ha debutado con dignidad en los campos del ensayo histórico y de la ficción literaria. Su estilo personal es impecable. Su talante, moderado, prudente y armado de paciencia, la que ha necesitado para ver premiadas al fin sus estrategias y méritos. Es asimismo un notable orador, perteneciente a la vieja escuela. Su experiencia en la gestión pública (la última fue la concejalía de Turismo, en el Ayuntamiento de Zaragoza) es reducida.

Antonio Suárez, por su parte, reúne un perfil totalmente distinto al de Lobón, aunque en la práctica puedan ser compatibles.

Procedente de las organizaciones empresariales, Suárez siempre ha militado en el PP, desde su fundación por Manuel Fraga, Luisa Fernanda Rudi lo llamó para formar su gobierno municipal en 1995, como teniente de alcalde de Servicios Públicos, la principal área de gestión del Ayuntamiento zaragozano. Prudencia y honestidad avalaron su trabajo, aunque se echaron en falta impulsos y proyectos. Cuando alguna idea un tanto arriesgada llamaba a la puerta de Suárez, ahí estaba Rudi para cerrarla. Mucho me temo que esa película se volverá a reponer en el Pignatelli.

Suárez pudo ser alcalde de Zaragoza o delegado del Gobierno, pero no tuvo suerte. Ahora vuelve a sonreírle, premiando su capacidad de sacrificio y renuncia.

Escritor y periodista