Lo mejor del día soleado en Soria fue el encuentro de los peñistas del Real Zaragoza y del Numancia, aunque estos últimos opinarán, con lógico derecho, que a ese abrazo fraternal y festivo hay que añadir el triunfo de su equipo por la tarde. Lo pueden sumar pese a que el partido fuera un petardo futbolístico, pero para diversión la que comenzó sobre las diez y media de la mañana, cuando los primeros autobuses procedentes de la capital aragonesa --preludio de un espectacular desembarco de 1.200 personas-- echaron el ancla junto a la plaza de toros. La peña de Tauste fue de las más madrugadoras con un cartel premonitorio que, visto lo visto más adelante, venía como anillo al dedo: "Cuanto más te sufrimos, más te queremos" . Luego vinieron la de San José, el Colectivo 1932... También de Daroca, de Calanda, de Barbastro... De todos los puntos de Aragón.

No se veía tanto zaragocista en la distancia desde la conquista de la Copa del Rey en Montjuïc frente al Real Madrid, el 17 de marzo. Avanzó la mañana fría pero en nada siberiana como se esperaba y al mediodía más de 2.000 seguidores del campeón tomaron Soria para disfrutar con el querido enemigo de unos prolegómenos del partido con parada inicial en el bar Garrido. Allí tuvo lugar el contacto más oficial, con Alfonso Soláns y José Isla Orte, los presidentes de ambos clubs, elogiando la buena sintonía entre las dos hinchadas. "Me ha emocionado la unión que existe, algo que hace vibrar el corazón. Nunca he visto una cosa igual y muchas otras aficiones deberían tomar ejemplo. Se me ha puesto la carne de gallina", diría luego Soláns antes de empezar el choque en Los Pajaritos. Luis Pastor tuvo palabras de color rosa para el momento, al que no faltó uno de los buques insignia de Soria, el ilustre Abel Antón, a quien, más tarde, se le escuchó bajando las escaleras del estadio al final del encuentro: "Este, éste es el partido que tenía que ganar el Numancia".

Todos juntos

La cerveza corrió gratuita en la barrilada y hubo solicitudes de cebada sin descanso hasta que se acabó lo que se daba sin poner un euro. A las cuatro, de la plaza Herradores, todos juntos de la mano, numantinos y zaragocistas, con Soláns e Isla a la cabeza, emprendieron el viaje amigo hasta el estadio. Animaron todos, pero poco a poco las peñas locales se escucharon con más fuerza. Osorio les había regalado un par de goles. Los aragoneses perdieron sobre el terreno de juego, pero, es cierto, habían ganado un día soleado en el corazón conjunto de dos aficiones sin igual.