Según datos de la ONU, 2.100 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable, y hasta 4.500 millones no disponen de sistemas para sanearla. Esto afecta fundamentalmente a países con escasos ingresos, donde unas 842.000 personas mueren al año como consecuencia de la insalubridad del agua y una higiene deficientes.

Las enfermedades diarreicas son, de hecho, una de las principales causas de muerte entre los niños menores de cinco años. Y la potabilidad del agua está estrechamente vinculada a la

prevención de la mortalidad infantil.

El agua es y será parte crucial de la adaptación al cambio climático y su gestión eficiente es clave para

garantizar la disponibilidad de este elemento en el futuro. Naciones Unidas calcula que cuatro de cada diez personas en el planeta sufren escasez de agua a

día de hoy. Y las migraciones climáticas

se han convertido ya en una de las primeras causas de desplazamiento forzado de personas.