Esta zaragozana es educadora infantil y madre. Durante doce años trabajó como educadora en escuelas infantiles y, desde el 2013, está al frente del proyecto digital Viviendo con Peques, con el que ayuda y acompaña a las familias en la crianza de sus hijos.

-A algunos niños les da miedo toda la parafernalia asociada a Halloween. ¿Cómo lo deben abordar los padres?

-Con comprensión y paciencia. Es normal que los niños se asusten con ciertas decoraciones o disfraces que puedan ver en estas fechas, y es importante que los padres lo aborden con calma, escuchando a los niños y validando lo que sienten.

-Apuesta por aprovechar Halloween para trabajar y ayudar a los niños a gestionar sus miedos...

-Desde luego que sí. Estos días todo gira en torno a Halloween. Por ello es un buen momento para trabajar con los niños esas cosas que les asustan. En primer lugar porque, ya que lo van a experimentar, es mejor que lo hagan del modo más agradable posible. Y luego porque los miedos no tratados quedan almacenados en nuestro cerebro y pueden aparecer luego de forma peor. Por eso es importante que cuando se trata de miedos que aparecen de forma puntual, podamos tratarlos lo más pronto posible en vez de dejarlos pasar.

-¿Cómo pasar del miedo a la diversión?

-La clave está en ofrecer actividades relacionadas con Halloween de manera divertida, y sobre todo, involucrando a los niños. Si son partícipes de situaciones relacionadas con lo que les asusta, lo verán como algo más normal, y conseguiremos que se convierta en algo divertido. Por ejemplo, pueden crear sus propios disfraces, hacer un taller de maquillaje y ver el proceso de cómo ocurre esto en las películas. También podemos organizar en casa una función terrorífica o una sesión de fotos familiar después de disfrazarse. Todo ello les permitirá disfrutar de un momento bonito y relacionar Halloween con algo que les dejará un buen recuerdo.

-Dormir con una pequeña luz encendida o en la cama de los padres. ¿Hay que intentar convencer a los niños para que dejen de hacerlo o no es tan importante?

-En estos casos me gusta recomendar que los adultos se hagan preguntas: ‘¿Qué es lo peor y lo mejor que puede pasar? y ¿qué hubiera necesitado yo cuando era pequeño?’. A veces es tan sencillo como empatizar con nuestros miedos, para ver cómo los niños se pueden estar sintiendo. Así, en el caso de la luz, nos daríamos cuenta que quizás lo peor que puede pasar es que la lámpara se quede sin pilas y, en cambio, lo mejor puede ser que el niño se duerma tranquilo y seguro. Cada niño lleva sus ritmos. Ningún hijo con 15 años quiere dormir en la cama de sus padres. De todos modos, si un niño de repente demanda dormir en compañía y antes lo hacía es importante ver por qué ocurre, porque es señal de que necesita algo. Por ejemplo, con esto del confinamiento, han surgido nuevos trastornos del sueño.

-¿Los miedos infantiles deben ser motivo de preocupación para los padres?

-El miedo es una emoción más. Conseguir que los niños lo vean como algo de lo que no deben avergonzarse es clave para que los puedan expresar. Cuando dejamos salir un miedo, bien sea por medio de juegos, dibujos o representaciones, estamos ayudando al cerebro a interpretarlo como algo que no es tan peligroso. Los miedos infantiles no deben ser motivo de preocupación para los padres, pero sí motivo de observación. Si no conseguimos sacarlo o es un miedo que le ocasiona dificultades en su día a día, será momento de recurrir a un psicólogo infantil.