Cuenta el doctor Jorge Godoy, natural de Chile, que Aragón le ha sorprendido, que aquí se come muy bien y que el hospital Miguel Servet de Zaragoza es «un referente en España» en cirugía pediátrica. Precisamente es esta especialidad, que él maneja de forma exquisita y que le ha convertido en una eminencia en esta área, la que le ha traído a la capital aragonesa.

Godoy, mediante cirugía laparoscópica en patologías gastroesofágicas, ha participado en cuatro operaciones de niños en el hospital Infantil, dos de ellas de una complejidad extrema. «Estoy muy contento de haber sacado adelante estas intervenciones», asegura. Sus actuaciones en quirófano han sido retransmitidas en directo y Godoy ha sido el encargado de contar, paso por paso, la técnicas. «Se trata de cirugías cada vez menos agresivas, que nos permiten poder operar cada vez más y a niños de menor edad, dado los buenos resultados», dice.

Entre las operaciones pediátricas más frecuentes están las apendicitis agudas, las hernias o los problemas en testículos o genitales, aunque Godoy explica que actualmente la cirugía de esófago es «su gran reto» por los avances que hay. Precisamente en el Servet ha tratado a niños que nacen con ausencia del esófago o, por otro lado, que sufren del conocido reflujo gastrofásico. «Este provoca vómitos en los niños y dificultades para alimentarse, especialmente en un grupo de menores con daños neurológicos, parálisis cerebral o enfermedades genéticas con trastorno serio que les impide comer bien y vomitan todo el día», apuntó Godoy.

Según los datos del servicio de Cirugía Pediátrica del Infantil, el fenómeno del reflujo de contenido gástrico al esófago es común en los primeros meses de vida, afectando al 75% de los lactantes.

La técnica

Que un niño de seis meses vomite algo de leche durante el día no debe preocupar, pero si con el tiempo este comienza a ser muy masivo o repetitivo empieza a entorpecer el crecimiento del niño.

La cirugía del reflujo es un procedimiento mínimamente invasivo que se inicia con una pequeña incisión a la altura del ombligo. Por ahí se introduce una óptica televisiva, que permite ver la intervención en una gran pantalla a la que miran los cirujanos y sobre la que van trabajando.

Se utilizan tres pinzas de dos a tres centímetros que permiten construir, con tejido del estómago, una pequeña funda que envuelve al esófago. Esto da como resultado una pequeña válvula que impide el paso del reflujo y, por tanto, de los vómitos. El éxito, según Godoy, es de entre un 95% y un 98% en el control de los íntomas.

«Dada la poca agresión en la pared abdominal, porque la incisión es de entre 2 y 3 milímetros, y la ausencia de dolor la recuperación del tubo digestivo es rápida y al día siguiente el niño ya recibe el alta», cuenta Godoy. Antes, el menor debía estar entre 3 y 5 días hospitalizado y la tolerancia a los alimentos no era inmediata.

Este tipo de operaciones requieren de una precisión exacta y milimetratada. «Es la clave de un cirujano pediátrico. Nos entrenamos para resolver enfermedades de niños muy pequeños. A veces hemos llegado a operar a bebés de un kilo de peso, en un espacio tan pequeño como su tórax, que no es más grande que una caja de cerillas», cuenta el chileno.

La visita de Godoy a Zaragoza ha estado motivada por Alexander Siles, un cirujano del Servet a quién conoció en Chile durante sus dos meses de residencia. «Estoy gratamente impresionado con el Servet y los niños aragoneses pueden estar supertranquilos porque cuentan con la mejor infraestructura y tecnología para estas cirugías. Aunque siempre es necesario más, todo evoluciona tan rápido que los cirujanos siempre demandaremos a los Gobiernos porque queremos lo mejor para los niños», sentencia.