El décimo aniversario del ascenso al poder de José Luis Rodríguez Zapatero llega marcado por la polémica levantada el pasado martes por el cardenal Rouco Varela al apuntar, durante el funeral de estado en recuerdo a las víctimas del 11M, a "oscuros objetivos de poder" como causa del brutal atentado que se llevó por delante la vida de 192 ciudadanos. La premeditada ambigüedad de sus palabras ha servido, más que para recordar a las víctimas o consolar a sus familiares, que debería ser el objetivo común de todos, para reeditar las mentiras a las que fuimos sometidos los españoles durante aquella infausta campaña electoral dirigidas a modificar algo tan profano como el sentido del voto de unas elecciones y para resucitar, por si fuera eso poco, las teorías conspiratorias prolongadas ya durante diez años que han vinculado la autoría del atentado primero con ETA y después con los intereses políticos del PSOE. Las declaraciones y bulos infundados durante todo este tiempo solo han servido para abrir una brecha en la sociedad española y en las propias víctimas, como ha quedado demostrado en múltiples actos, y que han generado una sensación de hostigamiento entre una parte de estas. Las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal el mismo día en que se producía el relevo de su cargo, más que a oscuros objetivos de poder, a lo que suenan ---recuperando el título de Luis Buñuel---, es a ese oscuro objeto del deseo de quienes pretender imponer su interpretación de las cosas a cualquier precio. Por suerte, ayer se cumplió también el aniversario del papado de Francisco, un año en el que su discurso suena al menos esperanzadoramente diferente.

Periodista y profesor