El inicio de julio, fecha oficiosa de apertura de la primera tanda de vacaciones, permite una aproximación fiable a cómo será la temporada turística en España desde el punto de vista económico. Y este año la previsión es francamente esperanzadora: el mercado interior --es decir, el turismo que practican los ciudadanos españoles, ya sea en nuestro país o en el extranjero-- presenta claros síntomas de mejora y confirma con solidez lo esbozado la última Semana Santa. Si entonces, en el pasado mes de abril, las reservas se incrementaron un 6% respecto de un año antes, ahora están creciendo hasta el 35% en relación a las del verano del 2013. Aunque el gasto global no está aumentando en la misma proporción, porque en la inmensa mayoría de las familias españolas el dinero disponible hoy no es mayor que hace un año, esta predisposición a dedicar algo más del presupuesto doméstico al ocio estival debe ser interpretada como que existe cierta confianza en que el futuro será mejor, o que por lo menos no será peor.

Esta larga y dura crisis ha modificado algunos de los comportamientos turísticos tradicionales de los españoles, que ahora realizan viajes más cortos y cercanos y los deciden con menos antelación para así aprovechar ofertas de última hora, pero el éxodo vacacional, aun en esos formatos mucho más modestos que en los años de esplendor económico, es ya una característica de nuestra cultura.

Sin embargo, si el turismo sigue siendo la actividad más importante de la economía española es, obviamente, por el enorme volumen de visitantes extranjeros. Y en este capítulo las perspectivas también son halagüeñas, porque todo apunta a que en el conjunto del año se superará el récord de 60 millones de turistas del 2013. Los precios competitivos del sector hotelero y la captación de turismo que aún recela de la inestabilidad política en países como Egipto, Túnez o Turquía y elige España como alternativa son factores que explican ese alza, que en el caso de los ciudadanos de los principales países europeos emisores se debe también a una percepción más optimista de la situación. Una percepción que se repite en el comercio: empiezan las rebajas más optimistas en años, después de que las ventas hayan comenzado a remontar en los últimos meses. Este es, por tanto, el verano del optimismo económico.