La exposición indaga en la ambigüedad de los espacios y sus significados mediante una selección de obras de la colección del Museo de Teruel que proporcionan diversas perspectivas –cotidianas, sociales, políticas, espirituales– relacionadas con la vulnerabilidad humana. Algunos espacios sirven para protegernos, actúan como refugio, escapatoria o bálsamo frente a una situación de emergencia; otros se asocian con el peligro, la agresión o la precariedad. Las piezas de la muestra trazan un recorrido, por toda esta una gama de grises, desde la mirada individual a la colectiva, permitiendo trasvases y entrelazamientos entre ambas.

Una casa de muñecas sirve como elemento disruptivo y eje articulador de la primera parte del discurso de la muestra. En el salón, remitiendo a la idea de la casa como escaparate identitario, podrían ubicarse las instalaciones de Carlos Pazos, una invitación a introducirnos en el universo del artista de la mano de sus referentes, imágenes y recuerdos ligados a su infancia. El trabajo de Teresa Lanceta, basado en el textil, nos lleva a la habitación de las labores y acentúa el espacio del hogar asociado culturalmente a lo femenino. En el ático se ubica el taller del pintor; la escultura del estudio de Javier Tudela nos habla de la disolución de las fronteras entre el trabajo y la vida ociosa, en especial dentro del mundo del arte. Las fotografías de Javier Campano ponen el foco en diversos rincones domésticos y nos invitan a reflexionar sobre lo que significan para nosotros después de la pandemia. Las cajas de luz de Mayte Vieta traspasan las paredes de la casa hacia el entorno exterior. Su jardín se muestra como microuniverso de paz y placer, una puerta privilegiada de conexión directa con la naturaleza. Cuando la opción de salir al exterior no es posible, solo queda el viaje onírico o mental. Las fotografías de Monserrat Soto muestran sutiles horizontes blancos de unas islas finlandesas que reflejan el paisaje interior de la propia artista.

En sintonía con la estimulación del bienestar y el beneficio emocional del visitante, se encuentra el espacio arquitectónico creado por Mónica Alonso, un dispositivo de afectación corporal que genera una experiencia perceptiva a través del color y el movimiento.

En la segunda parte del discurso expositivo donde se produce un desplazamiento desde la transformación individual a la colectiva, mediada siempre por el elemento espacial. Las obras tienen un componente más político y documental de la realidad actual, relacionando la arquitectura y el urbanismo con las urgencias sociales. Los proyectos buscan provocar una toma de conciencia frente a las condiciones de vulnerabilidad asociadas a las viviendas, las ciudades, las redes urbanas y el mundo compartido que habitamos. La potencia de los edificios y las ciudades para provocar un cambio social es el centro del proyecto de Alicia Framis en el que reflexiona sobre las relaciones sociales represivas e inestables que existen en China y diseña prototipos 3D de edificios para proponer nuevas formas de habitar y convivir.

El trabajo de Alexander Apóstol utiliza el arte como generador de propuestas que estimulan un sentido comunitario y el análisis de la ciudad contemporánea latinoamericana como paradigma del desengaño moderno y sus consecuencias. La modernización de las ciudades trae como consecuencia cambios laborales, paisajísticos y relacionales. En este sentido, las fotografías de Pedro Pérez Esteban muestran el pasado industrial y minero de Teruel a través de la documentación de restos arquitectónicos que han permanecido como fantasmas de un auge productivo con beneficios agridulces. Finalmente, los vínculos entre poder, control territorial y construcción han sido preocupaciones principales de Lara Almarcegui. La serie de imágenes expuestas plantean otra posibilidad de acoger el espacio donde vivimos, no desde la aceptación de propuestas asignadas que esconden intereses políticos e institucionales, sino haciéndonos cargo del lugar que queremos habitar.

A través de una selección de obras heterogéneas que interpelan directamente a la conciencia colectiva e íntima de diversos espacios y sus vulnerabilidades, la exposición invita al espectador a reflexionar sobre los lugares relevantes en su vida y la del resto de los seres, la forma de ocuparlos, sentirlos, respetarlos, compartirlos, adaptarlos, hacerlos suyos y, sobre todo, expandirlos siempre que sea necesario.