The Beautiful and the Damned da título a la exposición de Josep Tornero en La Casa Amarilla, convertida en un nuevo tablero propiciatorio de insólitos vínculos y posibilidades entre una selección de imágenes que, procedentes de diferentes proyectos, comparten su carácter permutable y atemporal, arrojadas como han sido de una narración lineal a los márgenes de la historia.

Lectores de tiempo denomina Georges Didi-Huberman a quienes como Aby Warburg recogieron muchos trozos resultantes de destrucciones sin fin para desmontar y volver a montar el curso de la historia. Tornero es, sin duda, un lector de tiempo que, en esta ocasión, fija su análisis, desde la pintura y la escultura, en la ontología de la imagen fotográfica con el propósito de interrogar algunas de las cuestiones que, tal como señala Philippe Dubois, han sido determinantes a lo largo de su historia: espejo de lo real, transformación de lo real o huella de lo real.

Tornero pinta y esculpe rostros velados, gestos y fragmentos de un escenario en ruina sacudido por el temblor que acompaña a la apropiación de identidades y al derrumbe de la civilización. Todo ocurre en el silencio perturbador que reclaman las imágenes, dispersas a la deriva en un escenario común e intempestivo.