Todo el mundo en el pequeño pueblo de Potts County se reía de Nick Corey, el 'sheriff' perezoso, glotón y solo aparentemente no muy listo cuyo puesto peligraba en las próximas elecciones. Su mujer había conseguido casarse con él tras acusarle de intentar violarla, el 'sheriff' del condado más importante de la zona le explicaba a patadas cómo tratar a ciertos personajes de su jurisdicción, el fiscal lo considera demasiado apático como para poder renovar su mandato y el director del banco, el propietario de la desmotadora de algodón o el dueño del bazar le reprochan su inoperancia durante el incendio intencionado del barrio de los negros tras una pelea. Hasta los proxenetas le insultan y le invitan a no volver más por el prostíbulo, a no ser que le toque pasar a recoger su soborno habitual.

No parece prudente desvelar qué reserva Jim Thompson en su novela '1.280 almas', llevada al África colonial francesa por Bertrand Tavernier con ayuda del magnífico Philippe Noiret, a cada uno de estos personajes que no paran de dar lecciones o quién acaba ganando las elecciones, ni tampoco hacer comparaciones entre el sur de los EEUU a comienzos del siglo XX y la Comunidad de Madrid del siglo XXI. Pero algunos acercamientos a la figura de Díaz Ayuso podrían guardar cierta similitud. Muchos comentaristas de izquierdas se divierten todos los días ridiculizando a la presidenta o muestran con enfado su incredulidad ante tal grado de analfabetismo político. Conocida anteriormente por llevar las redes sociales del perro de Aguirre, incapaz de no hacer el ridículo cada vez que se enfrenta a una entrevista sin guion previo y completamente dependiente de las instrucciones de su asesor estrella, Miguel Ángel Rodríguez, es incomprensible que haya llegado tan lejos o que incluso se haya convertido en una posible alternativa a nivel nacional por encima del líder de su partido. Pero su discurso es observado por sus partidarios como una anécdota divertida que no empaña la voluntad decidida de que nada cambie en Madrid.

Evidencias del desastre

Mientras tanto la izquierda lleva décadas sin proponer una salida interesante a quienes votan sistemáticamente por políticas de derechas, a pesar de las supuestas evidencias del desastre: destrucción de servicios públicos, corrupción, impunidad para los grandes poderes económicos, elevados niveles de contaminación, despilfarro del presupuesto en infraestructuras ruinosas, alquileres desorbitados o, recientemente, instrucciones para no derivar ancianos de residencias a hospitales en plena pandemia. ¿Cómo es posible que en semejante laboratorio neocon haya sido imposible explicar que existen otras opciones?

Quizás habría que buscar respuestas en la firmeza con la que se defiende lo contrario que la derecha: si la izquierda critica las privatizaciones pero privatiza, apuesta por la escuela pública pero extiende la concertada, apoya las protestas de la sanidad pública pero se trata en la privada, redacta la ley de dependencia pero no revisa el oligopolio de las empresas que gestionan las residencias, dice comprender la precariedad de los jóvenes pero se resiste a regular los precios del alquiler, es posible que el electorado acabe desconfiando de quien, además, parece dividirse por razones aparentemente personales.

Con una oposición algo errática y dividida, Ayuso tenía ganadas las elecciones hasta la aparición de Pablo Iglesias, que ha cambiado completamente la campaña electoral.

Veremos si la reacción de los poderes establecidos de Madrid, que confían en la indolencia de una presidenta dispuesta a seguir llenándoles los bolsillos, es tan violenta como en la novela de Jim Thompson, cuando el sheriff Corey ve amenazado su puesto, su paga y su residencia. Veremos también si el electorado opina como el protagonista de la novela: «¿quién quiere un 'sheriff' listo?».