El cierre de Candanchú por la situación de la pandemia y la falta de ayudas no es un final empresarial más. Es el síntoma en el que está la nieve en Aragón desde hace décadas. No hay un plan estratégico. No hay ambición como región. Y nadie sabe qué quiere hacer Aragón con tal virtud invernal para explotarla al máximo. Lo tenemos todo para ser un referente y las noticias están repletas de amenazas de cierres, de falta de compromisos y de promesas incumplidas.

La idea de un gran holding que surgió con la creación de Aramón suponía un revulsivo para que la mayoría de las estaciones aragonesas tuvieran un respaldo financiero y político. Aramón es una de las marcas más reconocidas del país como centro invernal y donde los municipios que gozan de sus estaciones ven ingresos millonarios. Sin embargo esto derivó en dos peligrosas realidades: la orfandad de las pistas privadas aragonesas que no obtienen ni la inversión ni el apoyo que tiene Aramón; y que Sierra Nevada o Baqueira están todavía a años luz del proyecto de Aramón. Estamos en tierra de nadie. Nos cargamos otras estaciones autóctonas y no somos capaces de ser la referencia nacional.

Es evidente que lo urgente pasa por lo inmediato. Candanchú necesita un salvoconducto para salvar la próxima temporada y mantener los 4.000 empleos que están amenazados en el valle del Aragón. Es ahí donde el Gobierno de Aragón debe empujar. Su salvación solo depende de la voluntad política y, sobre todo, de que se involucre el presidente Lambán al cien por cien. Quizá sea el momento de aparcar la ensoñación de los Juegos Olímpicos de Invierno y centrarse en un valle del Aragón que está agonizando por la incertidumbre.

La pandemia pasará con o sin ayudas y la nieve volverá a ser el motor del Pirineo. Pero sólo habrá sido un parche. Aragón lo tiene todo para competir con Andorra y Los Alpes. Solo hace falta dejar de lado el dogmatismo y la poca perspectiva. La idea de unir el valle del Aragón con el valle de Tena, como se defendió en 2013 con la aprobación de un PIGA, debería ser el principal activo político en la agenda de Aragón. El dominio esquiable sería tan grande que lograría ser un atractivo internacional para largas estancias de esquiadores que dejen de ir a Andorra o a los Alpes por esquiar en el Pirineo y dormir en el futuro hotel de la histórica estación de Canfranc. O conocer San Juan de la Peña, tapear por Jaca, emprender un negocio rural en Aísa, disfrutar de un atardecer en Lanuza…

No es cuestión de una pandemia. Ni es un sueño imposible. La nieve necesita un plan estratégico para los próximos treinta años. Y dejar de dar la sensación de que todo debe pasar por Aramón para agrandar su holding. Ya es hora de dejar a un margen las falsas promesas. ¿Quién invierte en un territorio si no hay un plan de futuro para salvar al sector de la nieve?