Se cuenta de Juan Ramón Jiménez que en una ocasión mandó parar la imprenta para corregir una coma en uno de sus libros y exclamó: «un día me moriré de una errata», él, que decidió voluntariamente cometer erratas sin número aboliendo unilateralmente las normas ortográficas que no le convencían.

Es también famosa la frase de Mark Twain, un gran bromista, que traducida libremente diría algo así: «Mucho ojo con leer libros de salud, que podría usted morir de una errata».

Viene esto a cuento del asunto de morir por cosas, que consideradas una a una parecen pequeñas, pero que sumadas y puestas en perspectiva no son ninguna broma. En el hipercomunicado mundo en el que vivimos corremos permanentemente un grave riesgo de morir, real o figuradamente, a manos de minúsculos venenos cotidiana y sutilmente administrados.

Sin ánimo de ser exhaustivo, les hablaré de los tres tipos de ponzoñas que he identificado y les pondré algún ejemplo, por si se vieran ustedes reflejados en ellos.

La viñeta de Gregor. Gregor

Desconexiones

A quién no le ha apetecido alguna vez olvidarse del móvil. Quién no se ha quedado alguna vez inoportunamente sin batería. Quién no se ha dejado el móvil justo el día que había decidido echarse al monte de excursión. Quién no desearía algunas veces volver al mundo analógico y llamar por teléfono haciendo girar un disco de plástico, con el dedo índice metido en un agujero. Bueno, pues prueben ustedes a cometer alguna vez alguno de esos errores o a sucumbir a alguna de esas tentaciones. En menos de 24 horas, es posible que la Guardia Civil esté ya buscándoles a instancias de sus impacientes allegados, que no podrán comprender bajo ningún concepto que en tan dilatado plazo ustedes no se hayan conectado a WhatsApp, no hayan subido una sola foto a Instagram, no hayan comentado algo en Facebook o no hayan crucificado a alguien en Twiter. Imaginen la angustia de los allegados de Juan Sebastián Elcano, que salió con una nao a por pimienta para el sukalki y tardó tres años en volver, echo unos zorros, después de dar la vuelta al mundo.

Trabajos no remunerados

Cuando usted compra un billete en casi cualquier medio de transporte, cuando alquila un coche, cuando reserva un hotel, cuando compra un mueble o un electrodoméstico en según que establecimientos, cuando cede al impulso de comprar algo online un black friday cualquiera, cuando quiere contratar un servicio de telefonía o darse de baja del que tenía, cuando sufre una avería, cuando tiene que llenar el depósito de su coche. En todas esas ocasiones y en muchas otras de análoga naturaleza, usted no sólo paga por el servicio o producto que adquiere sino que tiene que hacer usted solito todo el trabajo que conlleva la búsqueda, facturación, gestión logística, montaje o suministro especializado. Sin embargo, eso no sería nada, si realizado ese trabajo por el que no le pagan, obtuviera usted sin problemas el bien o servicio por el que sí ha pagado. Calculen la cantidad de venenitos que han tragado ustedes en forma de cabreo monumental, cada vez que han echado gratis una peonada de las que acabo de describir. Algunas de ellas pueden llevarle a uno días e incluso semanas de llamadas, insultos, esperas con musiquita o sin ella, caídas del sistema, por no hablar de sudores intensos y hasta convulsiones, tirado en el suelo, rodeado de piezas, con las manos cargadas de herramientas e instrucciones.

Trámites

¡Ay, los trámites de antes! Las colas interminables, los «vuelva usted mañana», los «lo siento, hemos cerrado, son las dos», los «tiene usted una carta certificada de Hacienda». Cómo los echamos de menos cuando nos obligan a «relacionarnos electrónicamente con la Administración», cuando si no nos han notificado una multa de Hacienda es porque no hemos querido abrir dócilmente cada día nuestro buzón electrónico, cuando hasta para aparcar tenemos que bajarnos una app, cuando quisiéramos «ir al banco» y «hablar con nuestro director» y en lugar de eso tenemos que recordar tres contraseñas y validar cuatro mensajes para hacer una transferencia online o comprar un billete de avión con la tarjeta de crédito, después de haber echado la tarde buscando la mejor combinación para ir de viaje romántico a París, reservar hotel, alquilar un coche, hacer la PLF y buscar donde hacernos un rapid test barato.

Dicen que la esperanza de vida no para de crecer, les emplazo a comprobar cómo recula cuando empiecen a hacer efecto en nuestra salud todos esos minúsculos venenos, de los que sólo he mencionado una minúscula parte de los existentes, porque ténganlo por seguro, vendrán muchos más.