Rebelde subvencionada

Nerea Vadillo

Nerea Vadillo

La ignorancia es osada; la soberbia, un pecado capital; y la falta de pundonor, compostura y decoro, son perversiones cada vez más comunes del ADN de los formados-deformados por la Universidad, esa gran institución cuyos cimientos están algo más que carcomidos. Y, no solo por episodios tales como el esperpéntico momento patrocinado por el Mejor Expediente académico de la Facultad de Comunicación de la Complutense: un 9,28, merecido, pero sobre una escala de 100. Lamentable espectáculo el que nos brindó la pobre víctima de un sistema tristemente vaciado de los verdaderos principios vertebradores de la Academia: formar a personas íntegras, con pensamiento crítico, con talento y talante, como solía decir unos de nuestros comandantes en jefes. En qué jardín se metió esta pobre flor marchita, esa rebelde con-sin causa (una pseudo-obrera, criada en uno de los mejores colegios de Móstoles, cien por cien de pago, pero, sin embargo, defensora nata de la enseñanza pública). Alababa la labor de sus profesores, no sé si de todos, muy probablemente, solo de aquellos de la cuerda X (instructores de la militancia ciega, falsos maestros), inspiradores de odios tales como los que esta incauta profesó improcedentemente hacia una persona pública a la que en el mismo acto se le reconocía una serie de méritos. No merece la pena comentar las torpezas comunicativas cometidas por esta inexperta activista de «cine político», que no «de verdad», muletilla que repitió hasta la saciedad en su no discurso, «improvisado», como ella misma apuntó. Pero, sí, parafrasear lo único medianamente inteligente que pronunció en su desafortunada interlocución pública: «El conocimiento no es esto, el conocimiento es tener criterio».

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