CRUCE DE CAMINOS

La Romareda, Canfranc y los negocios privados

Los proyectos estrella de la DGA y el Ayuntamiento de Zaragoza generan dudas sobre los límites de la colaboración público-privada

Estación internacional de Canfranc, donde se ha construido el hotel de lujo de Barceló.

Estación internacional de Canfranc, donde se ha construido el hotel de lujo de Barceló. / EDUARDO CONDE

Ricardo Barceló

Ricardo Barceló

El hotel de lujo en Canfranc y la cesión de La Romareda por 75 años al Real Zaragoza se han convertido en los temas estrella de las últimas semanas en la comunidad. Estos dos proyectos, abanderados por el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza, tienen como grandes valedores a Javier Lambán y Jorge Azcón, que rivalizan sin tregua, día sí y día también, para tratar de consolidar un electorado que anda más que despistado por la alta tensión que vive la política aragonesa. La sangría del PAR, la descomposición de Ciudadanos, las primeras grietas en el cuatripartito por la unión de estaciones del Pirineo y el todo o nada del PP han elevado los decibelios ante lo incierto del resultado de las elecciones el 28 de mayo, a las que los candidatos van a llegar exhaustos. 

Aunque existen claras diferencias de fondo entre el jefe del Ejecutivo autonómico y el alcalde de Zaragoza, ambos exhiben la colaboración público-privada como una de sus armas en la contienda. Esta fórmula, empleada en los últimos años por estas administraciones, ha permitido alumbrar proyectos que nunca hubieran visto la luz con el único sustento de los recursos públicos. La sociedad aragonesa, no obstante, comienzan a tener dudas. ¿Dónde está el límite en los lazos que se establecen entre las instituciones y las empresas? ¿Se ha cruzado la línea roja? 

La ecuación empleada en la apertura de un hotel de cinco estrellas en Canfranc y la usada para hacer viable la construcción de un nuevo campo de fútbol en la vieja Romareda no es la misma, pero se parecen. En ambos casos se trata de un bien público que recala en compañías privadas. La antigua estación de Canfranc es un Bien de Interés Cultural (BIC) que la DGA ha dejado en manos del grupo hotelero Barceló tras realizar una profunda rehabilitación que ha supuesto un desembolso superior a los 30 millones para las arcas públicas. El contrato de arrendamiento será de 69 años al término del cual (allá por 2092) se recuperará la inversión de la DGA. Mientras, el Ayuntamiento de la capital aragonesa permitirá que los propietarios del Real Zaragoza exploten a su antojo un nuevo estadio durante 75 años a cambio de costear los 140 millones que supondrá su construcción. Canfranc y La Romareda son, con matices, las dos caras de la misma moneda. El objetivo, en definitiva, es recuperar estos activos públicos a costa de facilitar que se haga negocio con ellos. 

La ecuación empleada en la apertura de un hotel de cinco estrellas en Canfranc y la usada para hacer viable la construcción de un nuevo campo de fútbol en la vieja Romareda no es la misma, pero se parecen

¿Podría Zaragoza tener un nuevo estadio sin esta fórmula? ¿Había alguna otra posibilidad de que la estación de Canfranc hubiera podido resucitar? Y, sobre todo, ¿el fin justifica los medios? De lo que parece que no hay duda es de que se trata de operaciones legales, pero el debate sobre hasta dónde puede llegar la colaboración público-privada está abierto

Un repaso por la hemeroteca permite descubrir que la hoja de ruta de estos proyectos fue trazada hace muchos años y que detrás de las sociedades que explotarán estos bienes públicos hay nombres y apellidos que, curiosamente, se repiten. Juan Forcén, por ejemplo, aparece en ambos (Canfranc y La Romareda). El dueño de Plaza 14 es un fijo en las quinielas de las alianzas público-privadas. En la sociedad Canfranc 2018 también figura Alvaro Soláns, hijo del empresario aragonés Alfonso Soláns, dueño de Pikolín, que participa a través de Ebrosol Inversiones. Estos dos apellidos también aparecen en el accionariado de la estación de esquí de Candanchú, cuyo capital mayoritario amenazó de cierre tras la pandemia. La sociedad que explotaba esa estación recibió 2,6 millones (junto a Astún) a cambio de evitar el cerrojazo. En fin.

La hoja de ruta de estos proyectos fue trazada con un guion un tiempo atrás y detrás de las sociedades que explotarán estos bienes públicos hay nombres y apellidos que, curiosamente, se repiten

Forcén también está en el accionariado del Real Zaragoza, un club que acometerá unas obras millonarias, aunque ya tenía parte del capital de la antigua propiedad del club. Más de lo mismo. El empresario, además, se ha adjudicado un total de siete quioscos en zonas emblemáticas de la ciudad, motivo por el cual se ha solicitado una comisión de investigación en el consistorio. 

El ruido político seguirá y la polémica incluso irá en aumento, pero, en ocasiones, las coincidencias n o existen.