Sala de máquinas

Imperios ocultos

Juan Bolea

Juan Bolea

En su último movimiento bélico, Vladímir Putin ha anunciado que derivará armamento nuclear a su aliada Bielorrusia, convirtiendo de hecho al territorio tiranizado por Lukashenko en una base militar a su servicio. Cuando se le preguntó si con ello estaba violando algún tratado internacional, se limitó a observar que él no hacía sino lo que los americanos llevan haciendo mucho tiempo.

¿Desde la Segunda Guerra Mundial?, se preguntaría un observador indocto, sin reparar en que Estados Unidos acredita una política imperialista desde el instante mismo en que se instaló como nueva nación. La rapiña de Filipinas y Cuba al viejo imperio español abriría su voracidad al Atlántico y al Índico. La original estrategia de Washington –baselandia– alcanzaría el cénit con la Guerra Fría, manteniendo hoy en día plena y renovada vigencia.

Estados Unidos, a diferencia de lo que hizo, primero Rusia, luego la URSS, y de lo que ahora pretende hacer Putin, no aspira ya a anexionarse físicamente nuevos territorios bajo dominio suyo. Prefiere ocuparlos mínimamente con sus bases marítimas o aéreas, con sus depósitos de munición y zulos de armas secretas, con sus embajadas y oficinas de la CIA... Un presidente amigo, un ministro servicial pueden bastarse para inclinar la balanza de sus intereses sin riesgo de perder tantas vidas como en Vietnam o en Afganistán. De ese modo, el imperio norteamericano, siendo cada vez más grande, resulta más disimulado a la vista.

No otra es la teoría de Daniel Inmerwahr, cuyo ensayo Cómo ocultar un imperio (editorial Capitán Swing) leo con asombro porque en sus páginas afloran las claves de este secreto exhibido a la vista de todo el mundo y, en asombrosa consecuencia, desapercibido por la mayoría. Puerto Rico, Alaska, Guam, Hawai, Samoa, Islas Vírgenes... La lista de países y extensión de territorios, archipiélagos e islas dominados por Washington equivaldría a la expansión de cualquiera de los imperios clásicos, pero con mucho menos coste y mayor rendimiento

¿Será por eso, para ocultar bajo mantos ajenos un patrimonio a reconstruir, que Putin aspira a emular el silencioso vuelo del águila yanqui?

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