SEDIMENTOS

Antonio Gala

Carmen Bandrés

Carmen Bandrés

El estruendo mediático en torno a las pasadas elecciones y a la convocatoria del nuevo plebiscito ha velado una triste noticia, la desaparición de Antonio Gala, notable personalidad de las letras y, en particular, del escenario, pues además de escribir obras teatrales, sus apariciones públicas siempre han tenido algo de actuación y resonancia. No es para menos por parte de un ilustre figura, que tras lograr la licenciatura en varias carreras universitarias, libó aún muy joven las mieles del éxito como escritor dramático y articulista, hasta el punto de conquistar un objetivo al alcance de muy pocos: vivir de la literatura. Algo bohemio, trasgresor y subversivo, nunca fue baldío su bagaje intelectual; siempre original y a menudo provocador, su elegante silueta apoyada en un báculo fue emblema de una declaración o de una crónica que nunca defraudaban. Alquimista de talento en el arte de trasformar la escritura en oro, Gala era muy consciente de que no basta con escribir bien, sino que asimismo es preciso ser un virtuoso a la hora de promocionar su obra y de hacerse valer como autor.

De verbo brillante, plagado de chispa y atinadas burbujas, conocía muy bien el gusto del lector y sabía cómo agradarle, tanto con su pluma como personalmente, de temible competencia en las ferias del libro, donde acaparaba un fiel y nutrido público. Poeta notabilísimo, se implicó en casi todos los géneros literarios, pero su incursión en la narrativa fue tardía, aunque esplendorosa y de inmediato refrendada por un éxito que nunca le abandonó, avalado por su inmensa valía y enorme capacidad de trabajo; recuerdo, a propósito, un encuentro propiciado por la Asociación Aragonesa de Escritores en la que, tras su intervención, nos despidió con una frase lapidaria: ¿no sois escritores, qué estáis haciendo aquí? ¡A trabajar, haraganes!

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