Sala de máquinas

En memoria de Stevenson

Juan Bolea

Juan Bolea

Sin ponerme demasiado exigente, una persona o un personaje que escuchase las viejas canciones de Dean Martin o de Simon & Garfunkel ya tendría ganadas la mitad de mis simpatías.

Si, además, ese individuo (en este caso, de ficción) se llama Juan Sil, casi como John Silver (el legendario y malvado pirata de La isla del Tesoro de Stevenson), regenta una taberna junto a los muelles, sale a navegar de noche cerrada y es amigo de contrabandistas y demás gente errante, mi sintonía no podría ser sino cada vez mayor. Si, finalmente, el tal Juan Sil ha sido capturado entre las páginas de una curiosa novela, como Buenos tiempos (Siruela), de Victoria González Torralba, mi interés habrá quedado definitivamente captado.

No por la acción en sí, que es lo menos relevante en esta historia, sino por la trasposición literaria de arquetipos y estilos que ensaya con éxito la autora, demostrándonos que la ficción es mucho más poderosa que la realidad, y que aquellos piratas y héroes de Stevenson, sus tesoros e islas lejanas siguen tan vigentes en nuestra realidad como el sol que nos alumbra cada mañana.

Al principio, en sus primeros capítulos, la lectura de Buenos tiempos resultará un tanto desconcertante para algunos lectores por su fuerte carga de irrealidad. Les parecerá, realmente, como si estuviesen frente a un espejismo, a un espejo irradiado por una luminosidad solar del Mediterráneo (la acción transcurre en uno de sus pueblecitos en los años setenta) pero donde, sin embargo, tan solo se reflejan sombras. La encargada de arrojar luz sobre ellas será una chica a la que la autora parece conferir el papel de una suerte de Cenicienta, pero que poco a poco irá ganando terreno en la resolución de los enigmas que envuelven a la Casa de las Buganvillas, un palacete a la orilla del mar ahora deshabitado, pero en cuyos dormitorios y terrazas sucedieron cosas que condicionarán el destino de la protagonista...

Una peculiar e interesante variante de la novela negra inspirada en el homenaje a los clásicos y en la novela de aventuras, y técnicamente urdida a base de una trasposición de planos con aire vintage, y vivos, irónicos, ingeniosos, excelentes diálogos con que la autora sabe acelerar el ritmo, perfilar a sus personajes y demostrarnos que tiene voz propia y muchas cosas que decir.

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