EL ARTÍCULO DEL DÍA

La gran coalición

¿Cómo podría aceptar Sánchez gobernar con un PP cuyo programa es derogar el ‘sanchismo’?

Javier Fernández López

Javier Fernández López

Julio Llamazares es un gran escritor, afirmación que espero sea compartida por muchos de quienes lean estas líneas. En Aragón es posible que tenga más seguidores que en otras partes de España ya que una de sus novelas, La lluvia amarilla está ambientada en nuestro Pirineo, en un pueblo imaginario, Ainielle, que bien podría ser cualquiera de los pequeños núcleos de población que poco a poco han sido abandonados por sus habitantes, desplazados a las ciudades en búsqueda de una economía suficiente para sostener a la familia. Preciosa historia que se sigue leyendo y que bien pudo el autor ambientar en su tierra leonesa, donde esa tendencia a la despoblación es similar a la aragonesa, pero que nos regaló a nosotros. Además es columnista habitual en prensa escrita y ahora podemos leerlo en este periódico. Y en una de sus columnas desarrolló un tema que me ha llevado a escribir estas líneas.

Lo que defiende el escritor leonés en ese artículo es algo que suele oírse con cierta frecuencia en el debate político, especialmente entre ciudadanos ajenos a la dirección de los partidos. Me estoy refiriendo a una coalición entre PP y PSOE. La argumentación es lógica, plantea un problema y defiende una solución. El problema, a su juicio, es la capacidad de alguien como Carles Puigdemont para influir decisivamente en el gobierno de España y la respuesta que propone es que se forme una gran coalición que tendría en el Congreso de los Diputados una mayoría suficiente para investir a un presidente y, posteriormente, sacar adelante una legislatura cómoda en el gobierno y en el parlamento.

Tengo algún amigo con el que hablo frecuentemente de política y que sostiene la misma tesis. También he leído un artículo en este periódico, firmado por Juan Alberto Belloch, que defiende esa postura. Yo coincido con ellos en la primera parte, no soy nacionalista y no me gustan los partidos que defienden esas ideas. A lo que hay que añadir que el que fuese presidente de la Generalitat catalana y que hoy se encuentra fugado de la justicia española me despierta una especial animadversión, sin que sea capaz de entender como alguien tan cobarde puede liderar un partido con muchos seguidores, por lo que aceptar que pueda ser determinante en la política española se me hace muy cuesta arriba.

No obstante, lo digo ya sin sombra de duda alguna, no coincido con ellos en la segunda parte, en la solución que plantean, no me gustaría un gobierno de coalición entre los dos principales partidos españoles. Soy conocedor de que en un país tan importante como la República Federal Alemana esa fórmula se ha utilizado y no ha dado malos resultados, a lo que debo añadir que España no es Alemania.

El primer elemento negativo que planteo es el acuerdo concreto que deberían firmar los líderes de esos dos partidos al objeto de que fuese la hoja de ruta de la legislatura. Si el programa con el que se han presentado a las últimas elecciones generales en el hoy partido mayoritario en España fue derogar al sanchismo, se me plantea una contradicción irresoluble. ¿Sánchez en un gobierno que pretende derogar su acción en la anterior legislatura? Para tratar de soslayar esta contradicción se podría argumentar que nada de lo aprobado en estos anteriores cuatro años se tocaría. ¿Núñez Feijóo aceptaría esa condición? Continuemos, suponiendo que la investidura sale adelante y que se llega a un acuerdo para que los diferentes ministerios comenzasen a trabajar, policías, funcionarios, carreteras, trenes, etc., asuntos que exigen más gestión que política. No entremos en aspectos más espinosos como las relaciones con la Unión Europea o con Marruecos, o la mayor o menor tolerancia con la inmigración irregular. Pasemos también por alto a la legislación, algo primordial en el gobierno de un país.

¿Aceptaremos que durante cuatro años el resto de los partidos se vean como un cero a la izquierda? ¿Y sus votantes? Su respuesta a esta gran coalición sería de un gran enfado, elevando el tono de sus quejas y agravios, aumentando el grado de crispación y de polarización hasta cotas insoportables. Y este posible eslogan de los partidos nacionalistas: si no nos queréis, haremos todo lo necesario para irnos.

Lo que hay que hacer es justo lo contrario, contar con todos. Hablar, educadamente, pactando cuando se pueda y razonando siempre que no se haga. Recuperar las buenas formas haciendo ver a la ciudadanía que la política es necesaria y que la alternancia en el poder es consustancial a los regímenes más avanzados en el mundo. Pensamos distinto, defendemos intereses incluso contrapuestos, pero tenemos que convivir y la política debe ir por ese camino.

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