AL TRASLUZ

Elogio de la palanca

En bachillerato estudié física, y aunque desde entonces, llevada por algunas lecturas, me he aproximado al concepto científico de caos –apasionante y muy útil para comprender y comprendernos–, mis conocimientos sobre la física son poco menos que nulos. De la quema se salva alguna pequeña cosa. Por ejemplo, la palanca. Como saben, la palanca es esa máquina simple que sirve para amplificar la fuerza aplicada a un punto. Dicho de otro modo, gracias a ese artilugio se consigue optimizar la fuerza empleada sobre un lugar y al desplazarla lograr el resultado perseguido. Las palancas son un gran invento que su sencillez no hace sino incrementar. Pero las palancas no se reducen a la existencia material y física, también las hay en la meta-física. La idea en que se basa la palanca tiene una poderosa fuerza metafórica, tan es así que estoy convencida de que hay personas e ideas «palanca», del mismo modo que hay personas e ideas «ancla», personas e ideas «semáforo» y personas e ideas «vela». Con lo de «ancla», me refiero, como seguro que imaginan, a las personas e ideas que impiden el movimiento porque al ejercer una fuerza hacia abajo imposibilitan cualquier variación significativa de la posición original. El «semáforo» lo reservo para quienes, de manera intermitente, dan o cierran el movimiento según convenga a otro interés considerado superior. Las «velas» o «veletas» me sirven para mostrar que también hay ideas y personas de las que no es sencillo aventurar a dónde nos conducirán. Creo que no sería difícil hallar ejemplos en la esfera política en los que converjan ambos: personas e ideas. La buena educación me impide poner nombres y apellidos de protagonistas de la res publica, nombres que, por otra parte, sólo reflejarían mi opinión, por lo que me parece mejor que cada quien rellene esa imaginaria línea de puntos como estime. En todo caso, visto lo visto, me quedo con las palancas, sean personas o ideas. Quizás un buen ejemplo de idea «palanca» sea el concepto de derechos humanos. Comprobada nuestra limitación por generar una gran visión del mundo diferente o complementaria a ésa, la de los derechos humanos es, o al menos así me lo parece a mí, una de las palancas más importantes del pensamiento en la actualidad. Por supuesto no todas las palancas, metafóricas o no, van en la misma dirección. Junto a la de los derechos humanos existen otras que aplican su fuerza en la dirección opuesta. A decir verdad, no me escandalizo por ello, la sociedad, como la materia, es caos, siendo el caos es, en sí mismo, una especie de orden. Sé bien que el vocablo «caos» es polémico, pero ¿qué relacionado con lo humano no lo es? Sigo en esto a la química Katherine Hayles. A su juicio y al mío, el caos ha desplazado al orden como textura de la realidad y lo ha hecho impulsado por fuerzas provenientes de diversos campos: la economía, la tecno-ciencia, la geopolítica, el mercado… Si hay una pequeña moraleja que pueda sacarse de todo esto es que todo y todos somos parte de un tejido, hilos que entrecruzados formamos un lienzo. Un lienzo por momentos bello, por momento horripilante. Y es que somos puro caos.

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