Opinión | vIRANDO A BABOR

Tambores y bombas

Esta semana oímos tambores, bombos, matracas y carracas. En Gaza escuchan bombas, las que matan a hombres, mujeres y niños, que los queman, los mutilan, los asesinan. No son dos ejércitos en guerra. Es uno de los ejércitos armados con la tecnología más moderna frente a una población civil. Esto no es una guerra, es un genocidio, una masacre que se consuma día a día ante el fracaso, lo dice bien Borrell, de la humanidad, ante una inoperancia de Naciones Unidas incapaz de decir basta y de asegurar al menos la ayuda humanitaria a través de su agencia de ayuda a los refugiados cuyos miembros también son masacrados. Israel es un Estado asesino dirigido por asesinos que tratan a los palestinos con el mismo nivel de maldad que los nazis trataron a los judíos. Se estrena la película Los niños de Winton protagonizada por Anthony Hopkins que rememora la heroicidad de un corredor de bolsa que salvó a centenares de ir a parar a los campos de exterminio. Hoy el campo de exterminio se llama Gaza y en él se asesina con armas y sometiendo a la población a la hambruna provocando un sufrimiento infinito a centenares de miles de personas. Es una acción planificada, alentada y justificada por los sionistas que llevan décadas construyendo una nación sobre el robo, la subordinación, la exclusión y la marginación de millones de personas que no son judías. Israel no es una democracia, es un Estado sólo para judíos que no sean de izquierdas ni admitan una convivencia pacífica con los no judíos. Las fuerzas políticas que ahora lidera el criminal Netanyahu han sembrado el miedo, el asco y el resentimiento hacia los palestinos. Los han deshumanizado y por eso los matan alegremente. Están sembrando odio en las próximas generaciones, en aquellos que consigan sobrevivir. Por eso Israel es ya un problema para el mundo, nosotros incluidos. Hace falta ser muy mala persona o muy lerdo para buscar justificaciones. No hay ninguna justificación.

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