Opinión | EL RINCÓN DE PENSAR

Un 2027 de cuento... y de campaña electoral

Acelerar la construcción de la nueva Romareda y desatascar la urbanización del Portillo dibujan un cartel con dos proyectos emblemáticos de envergadura con los que acudir a las urnas

Nos podemos creer que todo es fruto de la casualidad o que es una estrategia bien pertrechada desde hace tiempo para hacerlo coincidir con la fecha que más le interese al gobernante de turno, pero hay dos pasos importantes decididos esta semana que conducen a un 2027 casi idílico. Zaragoza podría tener ese año la urbanización del entorno de la antigua estación del Portillo completamente terminada y la nueva Romareda, acabada o no, ya en uso por el Real Zaragoza y su afición, porque se va a reducir el plazo de ejecución como mínimo año y medio con la decisión de no jugar en la vieja Romareda mientras se ejecutan las obras, porque se va a construir un estadio modular en el Parking Norte de la Expo al que exiliarse durante dos temporadas. No hace falta ser un adivino para darse cuenta de que la oportunidad de llegar a las elecciones de mayo de 2027 con el zaragocismo sentado en su nuevo estadio, más grande y confortable, es difícil de desaprovechar.

Nos podemos detener en las similitudes de uno y otro proyecto y extraer algunas importantes conclusiones a futuro. La primera y más importante es que Zaragoza, cuando quiere, puede con todo. Tanto cerrar la brecha urbana del Portillo como construir una nueva Romareda son proyectos estratégicos para la ciudad, ambos han costado muchos años de reivindicaciones, discusiones y desencuentros políticos, y limitaciones insalvables que lo hicieron imposible (fundamentalmente económicas y políticas). Ambos estuvieron hace mucho tiempo a punto de llevarse a cabo y se frustraron en el último momento. En el caso de La Romareda, porque la Justicia, a petición del PP, paralizó las obras cuando iban a comenzar. En el del Portillo, porque el estallido de la burbuja inmobiliaria dinamitó los planes de la sociedad pública Zaragoza Alta Velocidad, en la que además del ayuntamiento están la DGA y el Gobierno de España, porque basaron en la venta de suelo la financiación de toda la inversión prevista y al caer su valor en picado, también lo hicieron las esperanzas de la ciudad de ver convertido ese páramo en pleno centro en una zona verde de nueva creación. Ahora es su oportunidad, como lo es para La Romareda, sin tener a la vista ninguna señal que amenace con abortarlos: el PP es quien gobierna y la izquierda no parece que vaya a atreverse a llevar nada a los tribunales, en el caso del estadio del Real Zaragoza, y la venta de suelo va viento en popa en el Barrio del AVE y ahora los socios pueden incluso elegir cuál es la prioridad de inversión.

Esto deja otra importante lección: cuando el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón van de la mano, no hay obstáculos para lo que se propongan. En el caso del Portillo, en más de 20 años que lleva viva esa sociedad pública que nació con la llegada del AVE, nunca han estado completamente de acuerdo en lo que había que hacer y cómo. Solo antes de la Expo de 2008, cuando parecía que el Estado estaba decidido a regar de millones a la capital aragonesa, y ambos solo miraban al cielo para ver cómo caían proyectos como si no hubiera un mañana: la línea de cercanías, el puente del Tercer Milenio... Hasta que se rompió la varita mágica y Zaragoza acabó renunciando a otros que necesitaba incluso más: la avenida Navarra (que ha acabado pagando la ciudad), el túnel de la A-68, que ahí sigue inacabado... Pues bien, ahora DGA y ayuntamiento han ido de la mano para forzar al socio mayoritario, Adif, a hacer la urbanización del Portillo de forma prioritaria, y a lanzarlo este mes para que esté acabada a finales de 2026. Pocos meses antes de las elecciones, si no hay sobresaltos, los electores podrán meditar el voto en la nueva zona verde o, quién sabe, igual con un poco de suerte hasta cerca del prometido Wizink de Zaragoza, otra apuesta de la era Azcón que también necesitaba de esta urbanización. Ojo avizor.

Al final, como pasa con la nueva Romareda, los plazos van encajando en el cronograma más favorable a Natalia Chueca. Aunque en el caso del estadio ella ha tardado un mes en admitir que el plan b de la sociedad que ella preside era el que llevaba semanas publicando este diario. Y resulta que, siendo ella la gran beneficiada de esta jugada, no sabía nada.

Pero falta el último actor necesario que también tienen en común el nuevo Portillo y la nueva Romareda para hacer realidad esta especie de cuento de hadas que se está diseñando para 2027: los bancos. El Portillo hoy sería imposible si la DGA, el ayuntamiento y el Estado no se hubieran endeudado hasta las trancas para sobrevivir a una irremediable quiebra de la sociedad del AVE. En la nueva Romareda, tanto gasto imprevisto y encarecimiento necesario va a hacer insuficiente las aportaciones de capital de los socios. Tiempo hay para que este relato tenga un final feliz antes de ir a votar.

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