Opinión | SALA DE MÁQUINAS

El amigo fascista

Curiosamente, entre esa derecha carpetovetónica a la que Pedro Sánchez dice querer combatir con todas sus fuerzas y una regeneración democrática tan impulsiva que incluso podría arrastrar a los albañales del olvido el caso Koldo, nunca cita a Junts.

El partido de Carles Puigdemont no sólo es una fuerza de derecha carpetovetónica, obsoleta, de rancia moral y oscura ideología, sino que reúne o suma lo peor de la peor burguesía y del más extremo nacionalismo. Sería o debería ser, por tanto, para el Partido Socialista, un adversario claro, a batir, pero he aquí que, tanto desde el Gobierno como desde la sede de Ferraz, los de Puigdemont son intocables. El propio líder de Junts, un interlocutor constante; a menudo, un cómplice.

Pese a todos esos primores y favores que a diario le dedica el PSOE, pese a estarlo amnistiando Sánchez, pese al cariño y tesón con que Bolaños, Cerdán y otros líderes socialistas lo han rehabilitado ante la opinión, sacándolo del maletero del coche en que huyó para colocarlo frente a masas que encienden de nuevo el motor de la independencia, Puigdemont no sólo no está agradecido, sino que aborrece a los socialistas y a Pedro Sánchez.

Así lo viene diciendo a diario en campaña electoral, advirtiendo a quien quiera oírle que volverá a proclamar la independencia de Cataluña y que si, en algún momento, puede viajar a Madrid, será para imponer condiciones, para «dictar instrucciones» (son sus palabras textuales), y no para recibirlas, como, en su opinión, hacen los de Esquerra, a los que acusa de malos catalanes, de no ser patriotas.

La fuerza, el descaro, el insulto y desafío de Puigdemont proceden de dos niveles o focos.

En primer lugar, del fascista que lleva dentro, adoctrinado por la fantasía de un pueblo elegido y remunerado a un tres por ciento que le ha dado para vivir como un príncipe en el exilio.

En segundo lugar, de sus cuatro votos mal contados, pero que, para desgracia del conjunto de los españoles, deciden leyes y presupuestos, competencias e inversiones, e incluso podrían tumbar a Pedro Sánchez en una hipotética moción.

Tanto han blanqueado su sepulcro que ya ni siquiera es del color de la derecha...