Opinión | EL ARTÍCULO DEL DOMINGO

Europa se la juega

Las elecciones que se celebran hoy marcarán el futuro de la UE y serán decisivas para 450 millones de europeos. El avance de la ultraderecha es la principal amenazada

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. / EFE

El viejo continente se encamina a una encrucijada imprevisible que se despejará esta noche con el resultado de unas elecciones a las que están llamados 450 millones de europeos. La sensación general es que estos comicios, que se celebran cada cinco años, tienen un papel secundario, pero nada más lejos de la realidad. Lo que está en juego es mucho, demasiado, como para no ejercer el derecho al voto en un momento decisivo. La actividad y el trabajo de los 720 diputados que formarán parte del próximo Parlamento Europeo siempre han sido observados con desconfianza y cierta lejanía, pero el veredicto de las elecciones europeas, cuyos resultados se conocerán en solo unas horas, será trascendental porque marcará la configuración de una institución de la que depende todo un continente.

Hace solo unos años apareció el Brexit como una de las mayores amenazas del proyecto europeo. Sin embargo, la UE logró sobrevivir a una herida profunda que generó muchas dudas, recelos e inquietudes, pero que se saldó con la salida del Reino Unido, una decisión que está pasando una importante factura a los ciudadanos británicos. Hoy, el escenario ha cambiado, pero la inestabilidad continúa. El avance de la ultraderecha en todo el continente es, sin duda, el principal problema al que se enfrenta Europa si no se quiere naufragar y se quieren preservar algunos de los principales principios que han sido la base del proyecto. La solidaridad, el Estado de Bienestar y el progreso emergen como el gran anclaje del proyecto común, pero existen nuevas tareas pendientes como el medioambiente, la digitalización de la economía, las políticas de inmigración, el futuro de la agricultura y tantos otros. Todo eso está en el aire.

La crisis del coronavirus fue una de las pruebas del algodón de que Europa es necesaria. La respuesta de la UE ante la emergencia sanitaria, la distribución de vacunas seguras y eficaces contra el covid, la puesta en marcha de un plan de recuperación con miles de millones destinados a reactivar la actividad económica y a cimentar el futuro del viejo continente, la coordinación de medidas para frenar los contagios y la activación de mecanismos de solidaridad mundial fueron actuaciones decisivas que aliviaron una situación crítica y permitieron afrontar un desafío descomunal. ¿Qué hubiera pasado si esta crisis hubiera estado coordinada o pilotada por la ultraderecha?  

¿Qué hubiera sido de Europa si la crisis del covid y los años posteriores hubieran estado pilotados por los partidos ultraconservadores?

Son muchos los frentes que tiene abiertos Europa, que ve cómo los partidos radicales de derechas comienzan a ganar terreno en el continente. Casi uno de cada cinco ciudadanos votó por esta opción en las elecciones de su país y son muchas las encuestas que les dan la victoria en países como Francia, uno de los fundadores de la UE. Holanda parece seguir la estela, aunque no será el único. Su presencia, en definitiva, es cada vez mayor en un momento en el que hay asuntos muy relevantes sobre la mesa que habrá que abordar a lo largo de los próximos años. Uno de ellos será la política migratoria, que se ha convertido en los últimos años en la gran asignatura pendiente de la UE. La situación es especialmente delicada en un momento en el que conflictos internacionales como la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza son un avispero que traerá consecuencias. La diplomacia está llamada a jugar un papel relevante para abordar una inestabilidad creciente. 

La política desarrollada desde Europa también ha permitido inyectar miles de millones de fondos a las economías de los países que han sufrido el covid, el aumento de la inflación, la crisis energética, los problemas de la cadena de suministro. Solo con una acción coordinada es posible afrontar semejantes retos. Sin embargo, una Europa dividida y con protagonismo de la ultraderecha puede significar un golpe mortal a un proyecto que necesita ganar músculo para poder hacer frente a economías como la norteamericana o la china. Son necesarias ideas, una hoja de ruta definida y, sobre todo, huir del ruido y del populismo. Es preciso construir, no destruir lo levantado en estos años. Meloni, Abascal y Orbán, entre otros, han cambiado de estrategia y su misión será luchar contra el proyecto europeo desde dentro de las instituciones.  

Aragón también se juega los cuartos y algo más. La comunidad ha recibido ya más de 2.000 millones de euros de fondos europeos para infraestructuras y para estimular la industria y las pymes. También para proyectos de sostenibilidad y vivienda. El día a día y el futuro de los aragoneses no solo se juega en el Pignatelli, también en Madrid, pero sobre todo en Bruselas. Proyectos como la gigafactoría, las ayudas al sector agroalimentarios, infraestructuras como el Canfranc y el corredor Cantábrico Mediterráneo parten de allí. 

Europa se la juega en las elecciones de hoy, pero también España y Aragón. 

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