El Real Zaragoza está empezando la octava temporada consecutiva en Segunda con la actual dirigencia al frente, la novena en total de este periodo en letras negras de la historia del club. En todo este tiempo, en el que el equipo visualizó el ascenso en al menos tres ocasiones e intuyó el aliento helado de la Segunda B en otras tantas, los responsables de la Sociedad Anónima no han cumplido con el principal precepto para el que llegaron, en olor de multitudes y como depositarios de una esperanza que los años han ido marchitando: el ascenso a Primera División.

De este deprimente ciclo, acabado aunque inacabado, con un nuevo golpe bajo contra el Cartagena, tres partidos de Liga, cero goles a favor, y que ha vivido este verano uno de sus episodios más sombríos y surrealistas con el proceso de venta, los principales miembros de la SAD rescatan lo siguiente entre una desaprobación cada vez mayor: el ordenamiento financiero logrado bajo su mando, con negociaciones complejas a todos los niveles y una herencia pesadísima bien gestionada; la respuesta social de la afición, concretada en un número de abonados extraordinario, siempre por encima de los 20.000 y superior en alguna ocasión a los 28.000, hasta este ejercicio, que será otro cantar; y el trabajo magnífico realizado en la Ciudad Deportiva, donde no han parado de brotar talentos fruto de la labor silenciosa de numerosos profesionales a los que su dedicación, amor por el oficio y maestría nunca les serán del todo reconocidos. Esa es su percepción a la hora de enumerar argumentos, que seguramente no sea la de usted, querido lector.

Este Real Zaragoza ha vivido deportivamente y ha sobrevivido desde el punto de vista financiero gracias a los activos surgidos de la cantera, a los que ha cuidado, visto crecer, desarrollarse y llegar al primer equipo. Luego, uno tras otro, ha vendido a sus grandes valores a cambio de unos cuantos millones de euros y otros tantos millones de frustraciones y desapegos entre su agotada masa social. Capitalización... para descapitalizarse. Por esa puerta se fueron Vallejo, Soro, Pep Biel o Guti. También Pombo y Delmás, aunque sus casos fueron distintos. La fe en ellos estaba perdida.

El último será Carbonell, a sus 18 años una de las grandes joyas de esta última generación, que se irá a la Fábrica del Real Madrid cedido con opción de compra. Su caso produce el mismo desengaño y es otra puñalada en el corazón del zaragocismo. Tiene, sin embargo, otras connotaciones. No ha sido una salida buscada como las anteriores. Con ella, la SAD no gana nada, ni el goloso dinero de siempre. Acaso disgustos y miles de reproches en bien mala hora. En el caso hay elementos de novela negra y olor a vendetta.